Sánchez acaba con 46 años de resistencia saharaui
La apuesta de Pedro Sánchez a favor de la autonomía del Sahara bajo soberanía marroquí coloca a los saharauis, al Polisario y a Argelia en una difícil situación
La apuesta de Pedro Sánchez a favor de la autonomía del Sahara bajo soberanía marroquí coloca a los saharauis, al Polisario y a Argelia en una difícil situación. No falta quienes dicen que este conflicto estaba atascado y sin solución y que en el ánimo del Gobierno español ha pesado poner fin a las duras condiciones de quienes viven en los campamentos del Polisario que están, no lo olvidemos, en suelo argelino.
Y ahora les dicen que si se pasan a la zona bajo soberanía marroquí podrán reagruparse con familiares a los que hace años que no ven. Y lo más importante, que podrán “disfrutar” de las ventajas que ofrece un país como Marruecos.
En resumen, el Gobierno español les está diciendo a los saharauis que huyeron de sus casas y de su tierra hace 46 años, para no ser colonizados por Marruecos, que la solución a su resistencia y a los sacrificios de varias generaciones es aceptar ser marroquíes. Los saharauis que huyeron a través del desierto a comienzos de 1976, perseguidos por el ejército y la aviación marroquíes tras la Marcha Verde que supuso la salida de España del territorio, encontraron refugio en suelo de soberanía argelina.
El país más grande de África, en la órbita de la entonces Unión Soviética, dejó claro al rey alauí Hassan II (padre del actual Mohamed VI) que si se adentraba en las arenas de Argelia recibiría una dura respuesta. Un muro de arena de cientos de kilómetros de largo, minado y con alambradas, separa desde entonces el Sahara ocupado por Marruecos del desierto de Argelia.
Dos países que se disputan la hegemonía y el dominio del Magreb desde sistemas e influencias políticas diferentes. Uno monárquico, republicano el otro.
El primero cada vez más cercano a los EE.UU. y el segundo a Rusia. Se llaman entre sí hermanos de religión, pero la desconfianza mutua ha forjado una enemistad a prueba de cualquier acuerdo o tratado.
Argelia siempre se ha opuesto, con uñas y dientes, al expansionismo marroquí. La ocupación del Sahara hasta los límites con Mauritania cierra cualquier pretensión argelina de tener una salida al Atlántico.
Hasta ahora España no ha querido tomar partido
La existencia sin embargo de una República Árabe Saharaui Democrática (RASD) en el antiguo Sahara español, con la que sueña el Polisario, colmaría las aspiraciones argelinas. Tendría así una posición estratégica en el Atlántico a la que habría que sumar la que tiene en el Mediterráneo, vital para el paso de la flota rusa.
Hasta ahora España no ha querido tomar partido. Ningún Gobierno, ni del PSOE ni del PP, se ha atrevido a inclinar la balanza y, en un intento por no enemistarse con ninguno de los dos países, ha tratado de mostrarse neutral insistiendo en una solución siempre amparada por la ONU en su condición de antigua potencia administradora del territorio en disputa.
Pero Pedro Sánchez ha acabado con ese equilibrio y se ha decantado por Marruecos. Quienes se muestran a favor de esta decisión dicen que la administración de Joe Biden, tomando el relevo de Trump, ha “empujado” a Pedro Sánchez a posicionarse.
Con Francia, Alemania y los propios EE.UU. en el mismo lado no parecía complicado qué carta escoger. Salvo que las cosas no estén claras ni se hayan cerrado los compromisos.
Dicen que con Rabat hay acuerdos firmes para frenar el flujo migratorio y garantizar el estatus de Ceuta, Melilla y las Canarias. En verano, sin ir más lejos, veremos si se cumple lo primero.
De momento la carta que recoge ese hipotético acuerdo es un misterio para todos. Para el Parlamento, para los socios de Gobierno y es posible que para el propio Rey Felipe VI.
Cosas más difíciles se han visto
Dicen algunos estrategas de la geopolítica patria que Argelia va a aceptar la nueva situación porque ahora va a poder vender a Europa el gas que no compraremos a Rusia, su aliado. Que se va a forrar y que además va a convertir a España poco menos que en el gran distribuidor de la ansiada energía gracias a los gaseoductos que cruzan el estrecho.
Y todo esto mientras a Europa llega cada vez más gas norteamericano y Marruecos se hace con el Sahara y los saharauis se hacen marroquíes como si todo hubiera sido un mal sueño de 46 años en los pobres campamentos de Tinduf. Cosas más difíciles se han visto.
Pero si Argelia acepta todo esto y su malestar, como dicen algunos, se limita a la retirada del embajador de España, efectivamente habrá que reconocer que el Gobierno ha acertado con tan arriesgada apuesta. Aunque las formas hayan sido inaceptables.
Pero si esto no es así y Argelia y el Polisario se sienten profundamente traicionados y reaccionan en consecuencia contra nuestros intereses, Pedro Sánchez deberá dimitir. Aunque siempre le quedará el comodín de Putin y la ultraderecha.