Samaranch Salisachs: los negocios del hijo del jefe
La navaja intrigante se afila en el Palacio de Cibeles. Botella es el último suspiro del gallardonismo, ya que fue Gallardón quien impulsó la candidatura olímpica y fue también el actual ministro de Justicia el que dejó al Ayuntamiento de Madrid con 8.000 millones de deuda. Samaranch Salisachs marró. El hijo del líder del olimpismo español es un ejecutivo, frente a su padre, el llorado ex presidente del COI, que era un diplomático vocacional. El joven Samarach se baqueteó como hombre de empresa en el consejo de administración de la química Ercros que, en los noventas y bajo la férula financiera de Javier de la Rosa, presentó la suspensión de pagos más grande de la historia escrita hasta entonces. Samaranch Salisachs sabe de números; conoce el private equity y la banca privada; también entiende el capitalismo consanguíneo de los poderosos family office. Era consejero de Huarte cuando la constructora levantó la monumental clínica privada New Teknon, el logro de Mercedes Misol. Pero en los últimos tiempos, Samaranch Jr. ha vuelto su mirada hacia la China. En Pekín late el caudal que desveló la olimpiada de 2008. Él ha establecido un puente con España a través de la Fundación dedicada a honrar la memoria de su progenitor y se ha asociado con la empresa turística Beijing Tourism Group (BTG).
China è vicina; pero Madrid, con 6.000 vuelos anuales procedentes de Pekín, está a la cola de Londres (más de 80.000), Frankfurt o París, como ha señalado recientemente el ministro de Industria, José Manuel Soria. Samaranch sueña con levantar, casi de cero, este potencial turístico moviéndose entre cancillerías, un juego que le resulta familiar; cuenta con el plácet de Eugeni Bregolat, el actual embajador español en Pekín y diplomático concurrente en la lejana Mongolia. Allí, en la cabecera del antiguo imperio, a Samaranch Jr. le conocen como el descendiente de Samaranchi (así le llamaban a su padre), el hombre que internacionalizó el milagro chino por encima de la Banda de los Cuatro y de la represión de la plaza Tiananmen. En la ciudad de Tianjin, existe un museo levantado a la memoria del ex presidente del COI y hoy, en la calle, puede comprarse una biografía de Juan Antonio Samaranch Torelló, escrita en mandarín.
Samaranch Salisachs se ha movido con sigilo entre las élites de una España desesperanzada y rancia, que tiene su pulso entre el Paseo de Recoletos y la calle Salamanca. Aprendió el oficio financiero mucho antes de la caída de Lehman Brothers. La gestión discreta de patrimonios a cargo de Marichalar en el Credit Suisse o de Abril Martorell (hijo) en Merrill Lynch fueron las referencias en un momento en que la concentración de nobles gentilicios colonizaba la banca privada. Los cachorros del mercado siguieron a Jiménez Blanco Carrillo de Albornoz en JP Morgan o a Matossian y Osorio entroncado con los Falcó. Representaban la llamada buena cuna del standing financiero, detrás Fitz-James Stuart o Konstantin Sajonia-Coburgo Gotha y Gómez Acebo (hijo de Simeón II de Bulgaria), consejero delegado de Rothschild España, bajo la vicepresidencia de Carles Vilarrubí, miembro de la junta del Barça y encargado de las relaciones institucionales del club.
El delegado español del COI forma parte de una generación de gestores que, después de la iniciación, crearon su propia empresa. Él fundó GBS Finanzas con Pedro Gómez de Baeza, del mismo modo en que Claudio Aguirre Pemán creó la inversora Altamar. En los años 90, GBS fue una especie de boutique financiera orientada a fusiones y adquisiciones con un ojo puesto en la burbuja inmobiliaria, con una plantilla de más de 30 expertos y muy buenos resultados; hasta que llegó el fatídico 2007. Gómez de Baeza hizo carrera en Wall Street y en la City de Londres, y en España se asoció con SG Warburg. Por su parte, Samaranch Salisachs dio sus primeros pasos en el First Boston; cuando estudiaba, coincidió en una universidad neoyorquina con Jordi Pujol Ferrusola, el vástago venteado del ilustre político nacionalista. Samaranch y Gómez no le hicieron ascos a los hedge funds, y ahí se mantienen todavía algunas de sus buenas relaciones madrileñas, como los hijos de José María Amusátegui (que fuera presidente del Santander Central Hispano), José María y Luis, con su Cygnus Asset, o Jaime López Ibor Alcocer (nieto del célebre psiquiatra y sobrino de Alberto Alcocer), que fundó Square Capital.
El núcleo duro del linaje financiero español no empezó de cero. Esta capa social encaja en una parte de lo que ha dado en llamarse las élites extractivas (la definición a menudo mal entendida de César Molinas), integradas por directivos tan expertos en concentrar valor por medio de fusiones y privatizaciones como dispuestos a distraer las plusvalías afloradas. Hay ejemplos bien explícitos, como la deriva italiana de Endesa, las concentraciones del ladrillo, las opas de exclusión cementeras, la pérdida de peso de las golden share o el lanzamiento de empresas tecnológicas, como Indra.
El eje Nueva York-Londres sostiene al Madrid financiero de mirada anglosajona. Sin embargo, después de la gran caída del precio de los activos en 2008, se ha producido una cruel reconversión en la industria del valor. Los bancos de inversión que habían desparramado activos tóxicos en los tiempos de la barra libre pusieron los pies en polvorosa. Y el cénit de aquel desastre lo representó Javier Botín, hijo del gran banquero, con la colocación del papel fraudulento del pirata Bernard Madoff. Desde entonces, el mercado solo sostiene a los que no tienen prisa por enriquecerse o a los enriquecidos de antemano. Algunos cambian de rol, como Samaranch, ahora volcado de lleno en el puente Pekín-España. Otros, más displicentes, pueden perpetuarse sin apretones al estilo de Javier Fitz-James Stuart (pegado a la Casa de Alba) o del etrusco Marichalar, marqués de Toledo, siempre dispuesto a rotos y descosidos en la campo de la inversión.
Tras el fiasco olímpico, Madrid es un cascarón vacío con la deuda de Gallardón clavada en su entraña. La alcaldesa ha desairado al mismo COI, donde Juan Antonio Samaranch Salisachs falló a la hora de la verdad: “con 16 votos en la primera vuelta, no se va a ninguna parte”. Reconoce la prepotencia ex ante de la capital de España y confirma que el jeque kuwaití Al Sabah resultó decisivo en la victoria de Tokio. Nuestra Deuda Pública (el 92% del PIB) es un golpe bajo de Luis de Guindos. Monti lo entendió antes y frenó en seco la carrera olímpica de Italia. España, en cambio, desató una euforia inexplicable. Samaranch ha sido el último en volver de Buenos Aires; no se subió al avión del COE ni al jet privado de Florentino en el que a menudo viaja el presidente de la Comunidad de Madrid. Ahora, con el reto de la olimpiada blanca, acerca su vista al mar. Después del resultado, se cambia de chaqueta. Evita el contagio de Cibeles.