Sálvame Deluxe pierde audiencia ante Pablo Iglesias

Sigo en Buenos Aires. Calor; lo único que no descansa acá en este ferroenero es la inflación. Ya han conseguido que la carne sea más cara que en España. Mejor dicho, es complicado encontrar algo que sea más barato que en Madrid. Hay una conjura para no hablar de precios; solo por salud mental. Extraño mis encuestas entre los vecinos de Chueca. Tengo que conformarme, y no es poco, con buscar opiniones entre mis amigos argentinos. El problema es que con su trayectoria no se asustan de nada.

Se confirma que estamos en una democracia televisada. Los líderes políticos ejercen su oficio para televisión. Nada se produce con discreción, que es el requisito fundamental, junto con la lealtad política, para la negociación entre partidos.

Veamos las últimas maniobras orquestales en la claridad.

Pablo Iglesias debiera ser contratado por Sálvame de Luxe. Batiría todos los records de audiencia. Que no respetaba ni normas ni reglas era un hecho conocido. Pero ha sobrepasado límites, incluso los que se hubiera puesto a sí misma Belén Esteban.

Sale de ver al Rey –por supuesto sin camisa planchada- y le suelta un bofetón en la cara a Pedro Sánchez y al universo socialista. Le ofrece un gobierno hecho a su medida sin programa. Y por supuesto, adjudicándose antes de nada la vicepresidencia. Incluso un ministro para la multinacionalidad. 

Toda una patada transversal en el mejor estilo de Chuck Norris.

Empiezo a pensar que Pedro Sánchez tiene una veta masoquista o que sus ansias de conocer La Moncloa por dentro le han aumentado las tragaderas hasta límites insospechados. Su primera reacción fue casi de agradecimiento a Coleta Morada. Cuando llegó al despacho, alguien le debió descifrar la jugada. Veinticuatro horas más tarde, el PSOE, después de que los teléfonos de los barones se pusieran al rojo vivo, emitió un comunicado rechazando el veneno de Podemos y mostrando su tardía indignación.

A Pedro Sánchez, igual que a los árbitros de fútbol, habrá que instalarle un pinganillo en la oreja para que los auxiliares le ayuden a interpretar las jugadas.

Mariano Rajoy, que está noqueado pero no es tonto, le devolvió el recado al líder del PSOE: «anda, inténtalo tú que a mi me da la risa». Como todo en España se televisa en directo, es gratificante ver las caras que se les ponen a todos cada vez que un líder le propina a otro una patada en la espinilla.

El único que reafirma su condición de buen chico es Albert Rivera. Se ofrece una y otra vez para una mediación imposible.

En la sede de Ferraz han instalado un grupo extra de máquinas de afilar machetes. Las distintas tribus sacan filo a las armas blancas para la reunión del Comité Federal del día 30.

La jugada podría resumirse de la siguiente manera:

Primero, Mariano Rajoy, no cuenta con ninguna posibilidad de ser investido presidente. Es metafísica y matemáticamente imposible. Recibe presiones privadas para que se quite de en medio. Esperanza Aguirre, como no, las verbaliza. Mariano Rajoy ha dado un tiempo. Ha ganado un balón de oxígeno y todos le han trasladado la papeleta al Rey, para ver si se moja en la siguiente ronda de consultas.

Segundo. Tanto Podemos como el PSOE se enfrentan a un único reto racional. Romper las posibilidades de pacto echándole la culpa al otro. Todo para poder decir cada uno que ha sido el otro partido en que obliga a convocar elecciones. En estas lides, Pablo Iglesias lleva ventaja porque su capacidad para el ejercicio del descaro no tiene rivales.

Tercero. Estamos en un problema de pura pedagogía adobada con audacia. Para el PSOE se trata de convencer a los propios de que con semejantes colegas no se puede ir ni a cobrar una herencia.

El asado ha salido milagrosamente jugoso. En Argentina realizan una combinación imposible. Probablemente la mejor carne del mundo –con permiso de los uruguayos- calcinada para que no le queda en el alma de la vaca una gota de sangre oculta. Tradición gaucha; cuando un animal se lastimaba y había que sacrificarlo, se asaba en forma de cruz hasta desposeerlo de la última gota de líquido; así, sancochado, servía como alimento durante muchos días.

Tomamos helado de postre, que es una costumbre inviolable en Argentina. Nadie mencionó el precio del helado; de dulce de leche, por supuesto. Todavía no cotiza en la bolsa de valores de Buenos Aires, pero falta un cuarto de hora y está al alza.

Siempre lamento interrumpir estas crónicas porque me dan mucho placer. Espero que a ustedes también. Y estoy agradecido, sinceramente a nuestros líderes políticos por el espectáculo diario que nos brindan.