Salir del fracaso

Con la crisis, muchos tienen la sensación de fracaso. Las administraciones la tienen al ver que no son capaces de dar salida a los presupuestos con soluciones de impacto social positivo generalizado. Contra los logros pequeños o grandes en gasto público, se dispara el estigma en este sentido. La gestión política del fracaso está enquistada en los debates políticos de tipo electoralista y no se habla ni se sabe gestionar. Con los comicios se disparan «casualmente» las entregas de las ayudas sociales a pensionistas para aliviar posiblemente esta sensación, mientras las cifras millonarias para las campañas de los partidos, a pesar de reducirse respecto ediciones anteriores, sorprende a la ciudadanía incrédula ante la reducción de los presupuestos sociales en temas básicos como las guarderías, de música, etc.

Cómo se tiene que gestionar el fracaso? Qué recetas de salida se pueden implantar? El fracaso en el mundo de la empresa tiene unos pasos muy definidos que se resumen en tres: 1) desestigmatitzar la experiencia del pasado, 2) incentivar la autoestima y 3) ponerse a trabajar. Las empresas con éxito lo aplican de forma continuada.

Reconocer el fracaso y el error es el primer paso para aislar lo tanto en sus efectos como en sus causas y volver al trabajo con éxito. Un ejemplo: una reciente encuesta realizada por un sindicato mayoritario a empleados de Bankia, denota graves alteraciones que afectan a su vida laboral y privada. El 95% siente que no recibe suficiente respaldo por parte de la empresa, a pesar de que el 62% piensa que recibe suficiente apoyo de su inmediato superior (menos los directores de sucursal, donde no llega al 40%). Si más del 50% cree que recibe demasiada presión de su superior, ¿qué plan se está haciendo para reducir el estigma del pasado? Reconocer los errores es bueno, pues reduce la posibilidad de repetirlos a través del aprendizaje.

Conviene también gastarse emocionalmente de la identidad de un pasado inexistente. El ejemplo del clamor por la independencia parte de la necesidad de incentivar la autoestima que ha fracasado en el marco legal del estado de las autonomías, y el resultado de la emulación de los territorios. La actual reivindicación de independencia en Catalunya supone un fracaso de la organización de construcción de nuestro Estado complejo. Las diferencias entre comunidades del territorio del Estado español se deben a la propia naturaleza y génesis de la comunidad: nunca el Gobierno catalán o del País Vasco se planteará devolver una competencia por carencia de dinero en momentos de crisis, como lo están haciendo ya algunas autonomías: estaría en contra la razón de ser de la propia institución de gobierno y sentimiento de colectividad de la gente y sus gobernantes. Las reivindicaciones sobre diferencias en el desarrollo de infraestructuras y sobre el reconocimiento y protección de la lengua catalana, ilustran la punta de un iceberg del clamor independentista lleno de interrogantes institucionales y económicos. El cambio generacional, nos da dirigentes y gente joven que se aferra al catalanismo avanzado reclamando la independencia a partir de hechos palpables que traen al sentimiento de maltrato y fracaso.

Entonces es cuando surge un nuevo paradigma como vía de salida. En el mundo de la empresa, para ponerse a trabajar hace falta un modelo, ser diferente, colaborar, tener poca estructura, ser global, basarte más en la economía real que la financiera, ser persistente y entusiasmarte.

¿Podemos aplicar estas formulas empresariales en el mundo de la política? ¿Tendrán los que salgan elegidos de las elecciones del 25N estas capacidades? ¿Cómo serán el interlocutores? … y en medio de todo esto, el techo del paro parece lejano y las predicciones de los economistas institucionales o privados que continúan prorrogando la crisis instalada en España, contrariamente al que pasa a otros países o continentes como la China o Latinoamérica.