¿Salimos de la crisis o qué?
Podríamos decir que todo apunta a un escenario positivo. Que no sólo son percepciones bienintencionadas, sino que existe un argumentario detrás con suficiente capacidad como para ver que la economía europea, en general, y la española, en particular, están situándose en una senda de crecimiento inexistente en los últimos años.
La decisión del BCE de disminuir al 0,15% el tipo de interés oficial es una buena noticia. No tendrá quizá una traslación inmediata al euríbor, el índice de referencia hipotecaria en la UE, pero es posible que, cuando menos, impida el encarecimiento de esos préstamos. Estamos, pues, ante una información positiva para los consumidores.
Que además el banco central de la eurozona haya decidido imponer peores condiciones a la banca de la UE a fin y efecto de que estimulen el crédito también es una noticia para celebrar. Los bancos tendrán penalización por tener sus depósitos inmovilizados.
No es ninguna garantía de éxito, pero seguro que contribuye a que todas las instituciones financieras estimulen el crédito para ganar dinero y evitar perder posiciones en sus depósitos. Hubo alguna experiencia europea que lo intentó, sin éxito, pero ahora estamos ante un momento diferente en el que la banca tiene que ganarse su condición con el negocio típico del sector.
Puede que uno tenga una tendencia al optimismo desmesurado, pero las decisiones adoptadas ayer por el BCE no serán malas para la economía española. Con un precio del dinero más barato la inversión puede estimularse. Con una banca dispuesta a arropar las decisiones microeconómicas es posible crear empleo y aumentar las capacidades de crear riqueza.
Es obvio que estamos todos escépticos antes los poderes públicos, pero un servidor tiene más confianza en Europa como institución y en sus filiales que en lo que tenemos más próximo. Así que las decisiones de Draghi constituyen una vía de escape hacia nuevos escenarios posteriores a la crisis. Será lento, pero es irrevocable. Por fortuna.