Saldremos de la crisis pese a todos ellos
La semana pasada me atreví a exponer que el gobierno de Artur Mas en Catalunya ni es business friendly, como él lo proclamó, ni tan siquiera gobierno por su inacción ante la crisis y su obsesión/justificación soberanista. Nada más publicarse comencé a recibir no pocos mensajes y comentarios de buenos amigos y algunas fuentes informantes con un denominador común: mi planteamiento fue timorato.
Me quedé corto, era el mensaje general. Los consejeros del área económica han supuesto especial volumen en los mensajes y comentarios recibidos. Felip Puig, por ejemplo, en la cartera de Empresa y Empleo, sólo pone caras, me dice un sabio interlocutor. ¿Caras?, pregunto. Sí, fa ganyotes (hace muecas faciales) cuando se habla de la independencia. No está mucho por la labor, insisten: se cree con posibilidades de suceder a Mas y su departamento estaba tan maltrecho y zaherido después del huracán Mena que Puig sólo ha prometido a la parroquia empresarial que lo hará mejor, los ha atendido a todos con una sonrisa y poco más.
“¿Qué recuerdas de su gestión hasta el día de hoy?”, me cuestiona otro de mis interlocutores de los últimos días. E insiste en algo que es un argumento de nivel: hay cuestiones políticas que no tienen afectación económica, no cuestan dinero, hay medidas que se sacan adelante tan solo con capacidad para negociar, transaccionar, mover a los agentes sociales y, finalmente, el DOGC. “Ni eso ha sido capaz de hacer”, insisten.
Por desgracia, fuera del sector público, en el ámbito de la representación de los llamados agentes sociales, las cosas no están mucho mejor. En una de estas últimas cumbres entre gobierno, patronales y sindicatos catalanes organizadas para no sé qué monserga de estas que le interesan al nacionalismo en los últimos meses, Joan Carles Gallego (CCOO) pidió que se fuera sensato con lo iba a suceder a principios de julio con los convenios y su ultractividad. El presidente Mas, que le había dado la palabra al final del acto, le interrumpió y le preguntó: “¿Pero de cuántos estamos hablando?”. Algo más de un centenar respondió Gallego. Josep Maria Álvarez (UGT) miró al cielo, no lo sabía. Puig salió a interpelar: “No, son sólo nueve convenios”.
Al final han sido 11 grandes convenios, entre los cuales se encuentra el de la red de hospitales concertados catalanes (XHUP), razón más que suficiente para que los sindicatos, pero también el consejero de empleo y hasta el presidente estuvieran informados de los efectos que el cambio legal tendría en los trabajadores de la red hospitalaria y en la variación de costes laborales que pueda producirse.
Pero no, no se estudian los temas. No están a lo suyo, están a lo otro. Pasa en los sindicatos, en las patronales y, ni les cuento, en el Gobierno. Mientras, la crisis sigue. Y si algún día somos capaces de superarla tengo claro que será sin el apoyo de las instituciones que nos representan en uno u otro sentido. De ellas no ha salido ni una sola idea, ni una sola propuesta original, creativa o al menos sugerente para avanzar en el entorno de depresión económica actual.
Las patronales crearon una estructura en los años de bonanza en los que recibían y administraban fondos públicos en cascada. Están dejando de ser un lobby y los secretarios generales y presidentes que emergieron en esa época de bonanza tienen perfiles más próximos a la gestión, al management que a la política (donde más allá del servilismo no se les conoce otra actitud remarcable). Salvar sus cuentas y ponerse firmes si llama un conseller es la primera ocupación a la que hacer frente cada mañana. Mucho Esade e IESE y poco talento para el futuro.
Los teóricos antagonistas han dejado de serlo. CCOO y UGT en Cataluña son organizaciones que protegen a los empleados con empleo, en especial a los públicos, y que se resignan en todo lo demás. Van a manis los domingos, antes del aperitivo verde, como expurgando una culpa que no tienen, pero allí tampoco se les ocurre nada original ni mejora su actitud creativa y propositiva.
Habrá un momento, seguro, en el que habremos superado la crisis política e institucional que nos invade. Lo haremos solos, a pesar de esa casta extractiva que vive de nuestros impuestos. Pero el panorama futuro que nos quedará en ese lado del mostrador social será para romper a llorar.
Buen domingo y a los que empiezan o están en pleno relax, buen verano.
TRATAMIENTO SEMANAL DE CHOQUE:
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Supositorio matinal >> Para Francesc Homs, el consejero de Presidencia de la Generalitat. Él fue el encargado de llamar a todos los presidentes de las patronales y sindicatos catalanes para que le arroparan en el acto del El Pacto Nacional por el Derecho a Decidir. No les mintió sobre la filosofía del encuentro, pero no les dijo toda la verdad. Algunos, como Eusebi Cima (Fepime), picaron y asistieron al tragalá. De eso ha salido que no volverá a existir nunca más disensiones entre la casa matriz (Foment) y la marca (Fepime). Otros, como González (Pimec) andan lamentándose por las esquinas del trato recibido en aquel encuentro.
Supositorio nocturno >> Para Eugeni Sallent, director de TV3, televisión autonómica que decidió no lucir un crespón negro por las víctimas del accidente ferroviario de Santiago. Mientras perdemos el tiempo en martingalas identitarias variadas (sectarismos en la programación, himnos, pitadas, mapas del tiempo…), aparentamos buenos sentimientos con nuestras maratones, hacemos un ridículo espantoso en algo que no es discutible, seas dependiente, independiente o medio enano cerebral. La imagen exterior de los catalanes necesita, como la marca España, alguien que se lo tome en serio de una puñetera vez.