Sacrificio
El término 'sacrificio' es rescatado en cada nueva crisis para designar el papel que debe asumir la sociedad para preservar su modelo de vida
Desde que se supo que el estado de alarma expiraría el 21 de junio, ha empezado a deslizarse en el lenguaje político el término sacrificio. El término es rescatado en cada nueva crisis para designar el sacrificio que deberá hacer la sociedad para preservar su modelo de vida.
Se ha dicho hasta la saciedad que no volverá a ser la clase media, como ocurrió con la crisis económica del 2006, la que deberá volver a sacrificarse por un bien mayor. Se han impulsado medidas para que las personas más vulnerables cuenten con una renta mínima vital y no sean sacrificadas.
El mundo empresarial se ha movilizado positivamente para evitar que todo el esfuerzo económico recaiga sobre ellos activando iniciativas como, por ejemplo, prolongar los ERTE hasta septiembre o diciembre de este año.
Los funcionarios han mantenido sus condiciones económicas y se podría decir que, junto a los políticos, son los que se verán menos perjudicados en esta crisis.
Todo parece indicar que el Gobierno español y el catalán son conscientes de que no se puede salir de la actual crisis sacrificando a una parte de la sociedad en favor de otra u operando bajo la lógica del mal menor.
Todas las crisis económicas se asemejan al juego de las sillas. El último en reaccionar queda fuera del juego pues no podrá sentarse, al haber más participantes que sillas. Siempre habrá un jugador que será sacrificado para que se pueda seguir jugando.
El sacrificio, en esta ocasión, debería empezar a ser asumido por aquellos que lo exigen a los otros
Solo debemos cambiar sillas por recursos económicos para advertir que hay muy pocos recursos para tantos participantes en el juego. Y las reglas del juego aún pueden ser más duras si la Unión Europea no impulsa su plan de reconstrucción antes de iniciar el verano.
No olvidemos que al inicio del mes de septiembre muchas empresas, si no reciben inversión a fondo perdido, no podrán evitar que las dificultades de liquidez se acaben convirtiendo en problemas de solvencia.
Cada vez que las instituciones apelan al sacrificio de los ciudadanos para salir de la crisis habrá que empezar a asumir que volvemos a ser convocados a jugar al juego de las sillas. El sacrificio, en esta ocasión, debería empezar a ser asumido por aquellos que lo exigen a los otros.