Ruptura
Me ha impactado la imagen de contenedores de papel triturado junto a las sedes de la Generalitat Valenciana, y el exceso de celo de los limpiadores de cadáveres del Ayuntamiento de Madrid, que en su vorágine destructiva han aniquilado un testamento de Carlos III.
No es ciencia ficción como Loopers, la película en la que Bruce Willis es enviado con una máquina del tiempo del año 2072 al pasado a matar y hacer desaparecer cadáveres. Tampoco es aquella noticia ‘gore» en la que se informaba que en Ojo de Agua Tijuana (Méjico), ‘El Pozolero’ estaba al mando de hacer desaparecer cadáveres fundiéndolos con ácido y compactándolos después por orden de la banda del cártel de Sinaloa.
No, no es exactamente ésto de los que hablamos. Lo que está ocurriendo en ayuntamientos y gobiernos autonómicos de los que sale el PP es similar a la labor crematoria que en plena Transición ordenó Martín Villa para los archivos de los gobiernos civiles para borrar toda traza que pudiera dar con los huesos de los franquistas en la cárcel, en caso que hubiera un juicio, claro. El azar lleva a que a Martín Villa, en la etapa final de su vida, una juez argentina lo reclame por crímenes contra la humanidad. Éso sí, sin colaboración alguna de la justicia española.
No deja de ser coherente que este afán de nuestros ‘loopers’ documentales ocurra en paralelo al hecho constatado que España es el estado europeo que más trabas pone para consultar archivos documentales.
En cualquier caso, estamos ante un principio de descomposición de un régimen cleptómano. Sólo la fuerte hegemonía de PP y PSOE en sus feudos nacionales, Castilla y Andalucía, permite que la ola de cambio en las zonas menos dependientes del Estado, esto es, la antigua Corona de Aragón y las grandes ciudades, no se convierta en tsunami. En este sentido se debe de leer la apelación de Susana Díaz al PSOE para que no promueva frentes antiPP con Podemos. Esta hegemonía permite taparse las miserias mutuas, se sustenta en la socialización de la corrupción y en la amnesia de la brutal represión franquista que sufrieron los perdedores de la Guerra Civil, que también lo fueron de la Transición.
Pero si en algunas zonas parece que la hegemonía se resquebraja es en Aragón, Valencia y Baleares. Los territorios más maltratados por el Estado desde el punto de vista financiero, donde la hegemonía del PP se ha basado en la corrupción inmobiliaria. Cuando la burbuja llegó a su fin, en estas zonas no quedó ningún dispensador de prebendas como el que tiene Susana Díaz en Andalucía o el del PP en las Castillas. Por ello, cuando veían venir el trompazo, Bauzà, Fabra y Rudi activaron el monstruo anticatalán, para lanzar una cortina de humo que les permitiera reagrupar las fuerzas que se estaba dispersando.
Pero sólo con ideología ultraespañolista no se ha podido tapar la creciente marginación económica y social que perjudica a las clases populares que viven en estos territorios.