El caso Rubiales o de cómo no manejar una crisis reputacional
Independientemente de los hechos que han causado la crisis, el manejo de la misma merecería por sí solo todo un tratado de malas prácticas en los estudios académicos de esta materia
Dicen los teóricos de la gestión de crisis que solo existen dos tipos de organizaciones en el mundo, ya sean estas políticas, sociales, religiosas o de cualquier otro tipo: las que ya han sufrido una crisis reputacional y las que sin ningún género de dudas la van a sufrir más pronto que tarde y más les vale estar preparadas para ello.
Una breve taxonomía a la que sin duda escapa la Real Federación Española de Fútbol, que es la única organización de la galaxia que a pesar de haber sufrido gigantescas crisis a lo largo de su historia que han dejado su reputación a la altura del betún, crisis de cuya espantosa gestión algo deberían haber aprendido, sigue cometiendo errores que abochornarían a un becario en primer año en prácticas en el departamento de comunicación de un fabricante de chuches.
Por supuesto parte de la explicación de este extraño efecto que ha logrado la improbable supervivencia de un organismo como la RFEF cuya marca lleva siendo bombardeada con Napalm desde hace más de 50 años con eficacia germánica por sus propios dirigentes tiene que ver con el asunto al que se dedican, que no es otro que el Fútbol, un deporte de masas que mueve pasiones en todo el país y que genera tal volumen de información cada fin de semana que es imposible que cualquier noticia sobreviva más de 7 días.
Algo a lo que hay que añadir la bula de la que, al igual que el circo en la antigua Roma, disponen – o mejor, han dispuesto hasta ahora- sus dirigentes y estrellas, sabedores de que cualquier cuestionamiento de sus actividades extradeportivas podría ser interpretada por la ciudadanía como un ataque al Fútbol mismo, les blindaba de cualquier ataque so pena de que quien a ello se atreviera iba a tener altísimas posibilidades de ser quemado en pira pública tras el preceptivo linchamiento.
Y es que independientemente de los hechos que han causado la crisis, el manejo de la misma merecería por sí solo todo un tratado de malas prácticas en los estudios académicos de esta materia. Aquí tienen los más evidentes:
1.- La mentira: El primer mandamiento en cualquier proceso de este tipo es NO MENTIR JAMÁS. La razón es evidente, más pronto que tarde la verdad termina apareciendo y a partir de ese momento la organización tiene dos problemas, el causante de la cris y la mentira con la que trató de evadirla, ya lo dicen los norteamericanos: It’s not the crime, it’s the cover up.
2.- El horroroso manejo de los tiempos: El segundo mandamiento es el de control de los tiempos y queda absolutamente claro que la atropelladamente espantosa forma de conducirse tanto Rubiales como su equipo en el caso ha sido uno de los elementos que los ha desarbolado. Algo por cierto muy curioso, siendo todos ellos especialistas en catenaccio.
No ha existido un relato de los hechos comprensible por parte de la RFEF
3.- La ausencia de un relato coherente: No ha existido un relato de los hechos comprensible por parte de la RFEF, de hecho han ido modificando el mismo a medida que la realidad iba desmontando sus posicionamientos públicos, algo que ha sin duda ha causado que incluso los apoyos que tenían al comienzo de la misma hayan ido desertando para no ser ellos mismos víctimas del tsunami.
4.- La falta de empatía con la víctima: En un suceso de estas características lo primero que habría hecho cualquier profesional de la comunicación de crisis es articular un discurso cuya primera línea debía incluir a la víctima.
5.- La elección de portavoces ante los medios de comunicación: Si tus únicos defensores y los encargados de filtrar tus argumentos son reconocidos miembros de la cofradía del bulo y la intoxicación con, además, posiciones ideológicas radicales, tu problema lejos de aliviarse, se agrava.