RSC y los emprendedores

La profunda crisis económica que padecemos está generando la conciencia social de que una posible solución para muchas personas pasa por la actividad profesional independiente, el autoempleo y el desempeño simultáneo de varias actividades profesionales. A esta idea se llega por el convencimiento generalizado de que no es previsible que nuestras grandes empresas, ni tampoco el sector público sean, como lo fueron hasta hace pocos años, los generadores de los millones de futuros nuevos puestos de trabajo necesarios para absorber la demanda de empleo de los millones de jóvenes , y no tan jóvenes, actualmente en el paro.

Este cambio está suponiendo una gran transformación en nuestras tradicionales relaciones de trabajo. Hasta ayer, el emprendedor respondía más al prototipo de persona que no había finalizado los estudios, porque aquellos que sí los finalizaban su aspiración mayoritaria, nada menos que el 60% de los universitarios según las encuestas, ha sido ser funcionarios, trabajar en el sector público o al menos en una «buena empresa», es decir encontrar seguridad, estabilidad y ausencia de riesgo, todo lo contrario de lo que representa la aventura de emprender.

Emprendedor suena a moderno y actual, a veces incluso a frívolo si es a los políticos a los que se les escucha ensalzarlos; han pasado de besar a los niños por la calle a besar a los emprendedores en los muchos saraos institucionales que se organizan. Y es así a pesar de que no hay promesas políticas, legislativas, financieras, administrativas ni fiscales más incumplidas que las hechas a los emprendedores, usados como coartada para esconder el fracaso de malas políticas económicas y laborales en relación a los asalariados y, en no pocas ocasiones, para contraponerlos a la ausencia de eficaces políticas activas de empleo.

Es necesario extender, y también explicar, las positivas y efectivas iniciativas que están surgiendo con fuerza desde algunas importantes empresas, desde su Responsabilidad Social Corporativa (RSC), que ayudan de formas diversas y concretas a los nuevos emprendedores en sus proyectos, y que van más allá de las acostumbradas medallas y placas de homenaje al joven emprendedor del municipio o de la comunidad autónoma.

Me refiero a iniciativas que con diversas formas, instrumentos y denominaciones, algunas de nuestras grandes empresas están poniendo en marcha: Fondo Emprendedores, Plataformas, Lanzaderas, Aceleradoras de Emprendimiento, etc., etc. Cada una en su rango, su sector, con sus normas y personalidad. Iniciativas que si están promovidas con honestidad, rigor y generosidad, pueden ser un acicate para el proyecto de muchas personas que aspiran a emprender desde el impulso a la investigación, el desarrollo y la innovación. Lo más importante es que estos esfuerzos se traduzcan en nuevas realidades económicas y empleos, o sea, en nuevas empresas.

Porque hoy, hablar de Responsabilidad Social Corporativa, para muchas empresas tendría que significar también, y así lo deberíamos exigir la sociedad, un claro compromiso de ayuda y estímulo a los nuevos emprendedores y a sus proyectos, aportándoles, desde las grandes empresas, conocimiento, influencia con sus promovedores, avales en la búsqueda de recursos, tutoría y formación.

Tenemos en nuestras universidades y centros de investigación, investigadores valiosos y reconocidos, comprometidos con su trabajo, con potentes proyectos que están esperando ser traducidos en empresa y empleos. Tenemos proyectos que precisan de un emprendedor que puede ser el estudiante que está sentado en la mesa del bar de la misma universidad de ese profesor que sigue encerrado en su laboratorio y con el proyecto en el cajón, un proyecto por el cual ambos podrían asociarse para hacer grandes cosas, impulsadas por esos nuevos instrumentos de apoyo a los emprendedores.

Precisamos que se extiendan y potencien más incubadoras que promuevan ecosistemas que impulsen esos nuevos proyectos y empresas: pymes, start-up, spin-off, nombres hasta ayer desconocidos para el gran público, y hoy tan familiares para esos colectivos de jóvenes que están hartos de buenas palabras, y que esperan los recursos imprescindibles de los business angels, capital riesgo, o las 3F (Family, Fools & Friends), pero también de los créditos públicos en estos tiempos en los que la financiación bancaria es tan difícil, por no decir imposible, a pesar de los numerosos, pero casi siempre falsos, reclamos de las entidades financieras («Si tienes un proyecto innovador y necesitas financiación, preséntanoslo»), como bien saben los interesados por experiencia.

Es la hora de pasar de las promesas y la publicidad a los hechos y a la acción.
Es la hora de poder decirles a los jóvenes: innovad y emprended, porque encontrareis de verdad el apoyo de la RSC de las grandes empresas y del conjunto de la sociedad para facilitar que germine la emprendeduría, tan ausente y alejada aún de nuestra idiosincracia social.