Era previsible: la tarjeta Iberia Plus de Juan Rosell acumula puntos a destajo. Una doble presidencia, su afición enfermiza al Barça y el tono habitual de los catalanes en Madrid (les gusta para un rato) le han hecho cliente VIP del puente aéreo. El chófer de la CEOE y el de Foment de Treball le trasladan o le esperan en Barajas y El Prat. De esta manera, Rosell pasa pocos días seguidos en la capital mientras acaba de adaptarse a la nueva situación.
Salvo, claro está, cuando la ocasión lo requiere. Por ejemplo, el lunes. Desde primera hora de la mañana, el presidente de la CEOE tuvo que resolver sus líos en Foment del Treball. Informar a los empresarios de que serían miembros del comité ejecutivo o nuevos vicepresidentes de la patronal catalana y que de ahí saldría su sucesor, si eran capaces de ponerse de acuerdo, claro. Luego, aguantar el desplante de Antoni Abad, de la Cecot, que quería más y mejor.
El rifirrafe acabó con la paciencia de Rosell. “Si Abad tiene papeles que los enseñe y no dé más vueltas. ¡Que deje de tocar las narices con supuestos pactos que no se llegaron a firmar nunca porque no eran con él sino con Boixareu y que además no se cerraron!”, explicaba airado Rosell por los pasillos de Foment en referencia a la visita que los patronos hicieron al despacho de Miquel Roca antes de la elecciones patronales catalanas.
Desmetía el patrón las alusiones que Abad hizo ante los nuevos vicepresidentes a la existencia de acuerdos que le convertían en el sucesor virtual si Rosell ganaba la CEOE. Con ese pretexto, Abad declinó el ofrecimiento de asumir una vicepresidencia en pie de igualdad con otros nueve empresarios catalanes.
Abad no despistó a Rosell. Al contrario, su junta directiva de Foment se reunió este lunes antes de lo que es habitual para darle la posibilidad de llegar a Madrid a una hora razonable y participar en una cena con los secretarios generales de CCOO y UGT.
Para Ignacio Fernández Toxo y Cándido Méndez, Rosell se ha convertido en una especie de tabla de salvación. Por una parte, porque quiere recuperar el diálogo social que se quebró en tiempos de Gerardo Díaz Ferrán. Por otra, los sindicatos confían en que el nuevo presidente de la CEOE es un hombre de palabra. Se han asesorado convenientemente con sus homólogos de Barcelona, que durante años han negociado con él y acumulan suficiente experiencia como para emitir un veredicto favorable sobre el empresario y su pragmatismo negociador.
Tan a gusto se sintieron en el primer encuentro con Rosell que el patrono se ha incorporado al diálogo social como el desatascador. Martes, a las siete de la mañana, los tres volvían a verse con las pensiones y el desarrollo de la reforma laboral encima de la mesa. La reunión se celebró a tan temprana hora para que el patrón pudiera atender poco después a la ministra de Exteriores, Trinidad Jiménez, en Diego de León, 50, sede de la CEOE.
El resto es conocido sobradamente: el Gobierno afloja el despido con pérdidas coyunturales y los sindicatos comienzan a aceptar la prolongación de la jubilación a los 67 años en determinados supuestos laborales. La red de intereses se ha puesto en marcha.
El networking popularizado por las redes sociales en otros ámbitos es ya una realidad en la concertación social española. Un Gobierno y unos sindicatos necesitados de consenso han abierto el camino. El relevo en la patronal ha hecho el resto. Juan Rosell, nuevo presidente de la CEOE, es la gran esperanza blanca de sus antagonistas, sean Gobierno o sindicatos. Incluso para su propia organización que espera como agua de mayo impronta transformadora para una institución adormecida funcionarialmente durante demasiados años. Es decir, la versión 2.0 de la CEOE.