Rosa Tous, blanco y negro sobre un tapiz de damasco
La empresaria gestiona un imperio de 45 tiendas por todo el mundo
En la intimidad profesional de los Tous no existe la madera de sicomoro ni hay rastro de caoba. Su única ley es el osito de peluche bañado en oro, símbolo de un negocio que integra producción de joyas y red comercial, y que busca conjugar el imposible gusto del público con la suprema elegancia intelectual de los autómatas, aquellos seres de tiovivo y cuerda, que fueron capaces de embaucar al movimiento expresionista.
Tous es una aventura hecha de piedras preciosas que crece exponencialmente, hasta el punto de increpar al mito original: el taller de reparación de relojes creado en Manresa, en 1920, por Salvador Tous Blaví y Teresa Ponsa, los pioneros. Ahora, Salvador Tous (hijo) y su esposa Rosa Tous (nacida Rosa Oriol) deciden el destino de más de 45 tiendas en un centenar de países. Por su parte, la tercera generación, integrada por Marta, Rosa, Laura y Alba Tous Oriol, está concernida de lleno en el negocio, pero la voz cantante y la imagen del grupo sigue siendo Rosa Tous, una de las 20 mujeres más poderosas de Catalunya, según un ránquing sometido a votación popular por Economía Digital.
Como si de un toisón se tratara, Rosa le otorgó hace años el osito a Eugenia Martínez de Irujo, hija de Cayetana de Alba, y dicen que ella lo trajinó de palacio en palacio, como hacía con su abrigos aquel proustiano barón de Charlus, mostrándolo en los salones de Liria, la Toscana, Monterrey de Salamanca, las Dueñas de Sevilla, la Airbarcena de San Sebastián o la S’Aufabeguera ibicenca. La niña de la Casa de Alba, ex del torero Fran Ribera y duquesa de Montoro, desarrolló para la marca sus propias creaciones, dotadas de nombres en el límite de la prudencia (Folklore, Pasito a pasito, Iluminada, Leyendas), producto del celo mercantil de sus patrocinadores.
En la imagen de los Tous, a Eugenia la han seguido la tenista Arantxa Sánchez Vicario, hoy envuelta en pleitos dignos de un albacea con sotana, la modelo Jaydy Michel, la cantante Kylie Minogue y, desde 2011, Jennifer Lopez, la poderosa, JLo. Se acabaron las barbas hirsutas y las melenas descompuestas de los modistos italianos enfundados en americanas imposibles de niño estrecho. Un cuarto de hora antes del fin del euro y en plena debacle de la Europa solidaria, el osito dorado de los Tous pregona los últimos capítulos del ejecutivo vestido de Armani cerrando, a través del móvil, operaciones de cazador bajista camino del restaurante.
Mientras los hombres de negro llaman a la puerta de la economía española, Rosa Tous la supervisa todo; bien lo sabe el círculo que se cierne alrededor de JLo, compuesto por gente como la fotógrafa, Ellen von Inwerth y por Manolo Blahnik, el zapatero impulsor de Campar, la marca de zapato que hizo famoso Carrie Bradshaw, en la serie Sexo en Nueva York. La publicidad hard se ha convertido de repente en el último refugio. Este año, Salvador y Rosa han encargado una potente campaña a Terry Richardson, llamado a transgredir al simpático osito en publicaciones como Vogue y Penthouse, a base de fotografías robadas a modelos con posturas descaradas, emulando estrellas del rock, en la atmósfera intimista de los speakeasies de Nueva York.
Rosa Tous es un relieve en blanco y negro; viste ralo y raso, tocada de vez en cuando con Moschino o Chanel y rara vez con una chaqueta Lanvin de blonda blanca con las plantas de sus pies pegadas a una plataforma Jil Sander (“que me hace más alta sin necesidad de llevar tacones”). Ella escoge a sus divulgadores pero también dicta el management de su empresa, tal como certifica el perfil profesional de José María Folache. El actual consejero delegado de Tous, siguió el guion establecido por Rosa a pesar de que llegó a la red de joyerías precedido por el éxito: había sido el responsable de la fusión Promodés-Carrefour y posteriormente protagonizó el fichaje más sonado de El Corte Inglés, por imperativo del mítico Isidoro Álvarez.
Pero, el desembarco de Folache en Tous no fue casual. Aquellos días, en el consejo de administración de la empresa joyera, alguien movió las sillas de dos consagrados, como José María Castellano (ex de Inditex) y de José Luís Nueno, catedrático de IESE. La heredera intelectual del grupo joyero no es precisamente un busto parlante. Lidera la empresa familiar y decide el destino del núcleo patrimonial. Sus valedores, marcados a fuego por el azar de la firma, son personajes moldeados en los espejos deformantes del Tibidabo o salidos quizá de las aulas de algún colegio mayor que empezó como un reducto de la España añeja y que acabó siendo pasto de conspiraciones liberales
En los sueños de Tous no hay matronas endomingadas con collares y brazaletes. Sus protagonistas son más bien mujeres de pómulos angulados y mirada torva; señoras de empeine alto, paseando junto a limoneros y buganvillas rampantes. Las joyas de Tous están concebidas para el alcance de la mayoría, aunque la democracia aurífera sea más mentirosa que el socialismo Cadillac, que un día preconizó la Suecia de Olof Palme. Son joyas para todos los públicos, pensadas en el day-to-night y encajadas entre fragancias y complementos; son adornos contemporáneos, pero no le hacen ascos a los tapices bordados con sedas de damasco.
También son tesoros que aceran el instinto del cleptómano, como se ha demostrado esta misma semana en un robo a una de las tiendas barcelonesas de la firma. Un incidente que remueve la memoria dolida, cuando hace poco el Tribunal Superior de Justicia (TSJC) ordenó repetir el juicio con jurado contra Lluís Corominas, emparentado con los Tous y responsable de seguridad de la empresa, acusado de homicidio con el eximente de legítima defensa.
Por lo visto, no hay joyero sin acta policial y mucho menos sin crónica rosa. Las fiestas de Roca en la Costa Brava junto a La Gavina de los Encesa y las performances de tradición modernista de los Masriera, que se celebraban en su sede de Ramblas, pared con pared con el Palau Moja, han pasado a mejor vida. El día de 2008 en que Jerónimo Roca traspasó a Tous su tienda de Gran Vía esquina Paseo de Gràcia se firmaba la defunción del pasado.
Los nuevos dueños de la ruta del cristal han tardado poco en certificar su hegemonía y les ha bastado un esfuerzo financiero comedido para ennoblecer su linaje ligándose al Patronato de la Escuela de negocios, Esade. Sus mejores clientes han abandonado los sombreros de fieltro o los morrales de Yves Saint Lauren. En su lugar, lucen elegantes pelucos o transitan con lágrimas de amatista colgadas de las orejas.