Roger Torrent quiere coser la sociedad catalana ¿Deberíamos creerle?

La sesión del Parlament trascendió sin sorpresas pero con un temor de fondo: la encrucijada de ERC y JpC para investir presidente a Puigdemont

Hay por lo menos una buena noticia. El discurso de toma de posesión como president del Parlament de Roger Torrent ha disgustado a la CUP. Carles Riera, diputado de los antisistema, ha repudiado la intervención del nuevo president del Parlament por «decepcionante y autonomista», tal vez porque no ha mencionado en su intervención la implementación de la república que es la condición de los antisistema para apoyar una investidura independentista.

No tenemos máquina de claves para descifrar los mensajes secesionistas. Pero la música en el Parlament, en su primera sesión, no suena del todo mal. Roger Torrent, presuntamente el policía malo, ha sido amable al hablar de su empeño en «coser la sociedad catalana» que ha definido como «plural y de identidades cruzadas».

Ernest Maragall, en su papel como presidente de la Mesa de Edad para constituir el Parlament, ha hecho un duro discurso cuando se le esperaba que fingiera neutralidad. Alusiones a los diputados ausentes, presos y encarcelados y al mandato del 21-D, sin llegar a reivindicar la vía unilateral.

La música de la primera sesión del Parlament no suena del todo mal

En el universo independentista hay que estar atentos tanto a lo que se dice como a quien lo dice y en qué momento. Si Roger Torrent considera el milagro de asumir el realismo como vía política y fueran sinceros sus anhelos de dejar atrás el 155, habría que colegir que no propondrá a Carles Puigdemont para una investidura tan contraria al sentido común y que aleja a las instituciones catalanas de recuperar su vigencia. Es demasiado aventurar, pero lo ocurrido ayer en el Parlament puede ser el primer episodio para que el próximo Govern no vea entorpecida su llegada con la intervención del Tribunal Constitucional.

Excepto el misterio del voto en blanco procedente de las filas constitucionalistas, no ha habido más sorpresas. Los comunes siguen pretendiendo que neutralidad o equidistancia es permitir con su abstención los logros del independentismo. Miquel Iceta ha aplaudido la interpretación de la Mesa de Edad para que los diputados en prisión puedan delegar su voto. Y Ciudadanos no ha sacado partido más allá de lo previsible a su victoria electoral del 21 de diciembre.

La única sorpresa de la sesión fue el voto en blanco procedente de las filas constitucionalistas

Esperamos los nuevos pasos de Puigdemont. Todavía se especula en los corrillos sobre la posibilidad, ciertamente remota, de que se persone en el Parlament para intentar una investidura presencial. El Gobierno no lo descarta y ha extremado la vigilancia de los servicios de inteligencia para prevenir los movimientos del ex president fugado.

La verdadera incógnita es si el nuevo president del Parlament, en cuyas prerrogativas está la de proponer candidato a la investidura, se atreverá a proponer el experimento virtual de un intento en la distancia desde Bruselas.

Es una encrucijada esencial para Puigdemont. Si regresa será detenido y conducido ante el magistrado Llarena. Si finalmente ERC acepta intentar el imposible de la investidura telemática, el Gobierno recurrirá al Tribunal Constitucional para frenar instantáneamente el experimento. Muy acertado el expresidente González al recurrir al símil de que se podría investir a un elefante porque no está prohibido explícitamente.

Si Puigdemont regresa, será detenido; si ERC acepta el voto telemático, el TC intervendrá 

Pero si el ex president se queda en su refugio de Bruselas con un president de verdad en Barcelona, su camino inevitable es hacia consolidarse como un juguete roto que empezará a molestar demasiado a sus propios partidarios.

Es una encrucijada también para Esquerra. Si acepta el juego de Puigdemont entra en la vía de los recursos frente a sus deseos de una legislatura larga y de gestión sin sobresaltos por vulneración de la legalidad. Si Puigdemont insiste, ERC corre el peligro de desgaste frente a los sectores más radicales del independentismo. En esa hipótesis de que Puigdemont no desista por voluntad propia, ERC tendrá que elegir entre una vez rojo o ciento colorado.

Si Puigdemont no es finalmente candidato, no tenemos demasiadas pistas de quien podría ser el beneficiario de la propuesta entre los dos partidos secesionistas.

Todavía hay muchas dudas sobre quién será el candidato alternativo a Puigdemont

Todavía no está claro tampoco cuan larga es la sombra de la sentencia del caso Palau que certifica la trama de corrupción de Convergencia Democrática de Cataluña sobre sus herederos de Pdecat y Junts per Catalunya. Y las condiciones que pueda poner la CUP, en la línea de los vetos que tanto disfruta para condicionar un candidato.

Nos toca esperar otra vez para conocer los próximos pasos del secesionismo. Hay un prudente optimismo en el ambiente, confianza en que ganarán los partidarios de cerrar la etapa de confrontación directa y frontal con la Constitución para disfrutar de una legislatura de cuatro años con el objetivo de sumar nuevas adhesiones al proceso independentista.

Otra vez no nos queda más remedio que esperar para evitar el riesgo de jugar a nigromantes.