Reyna ya no es el rey
La suspensión de pagos que ha declarado el promotor inmobiliario Enric Reyna Martínez supone el punto final, quién sabe si definitivo, a una trayectoria de medio siglo en el sector del ladrillo. Las alarmas sobre la marcha de sus negocios se encendieron el pasado octubre cuando dimitió de presidente de la Asociación de Promotores y Constructores de Barcelona, entidad que había fundado en 1969 y encabezado sin interrupción desde 1977. Antes de presentar la renuncia, desgajó previsoramente de su holding los cuatro hoteles que posee, a fin de protegerlos de la eventual caída de sus sociedades promotoras.
El abandono de la Asociación fue para él un trance amargo, pues sentía querencia por los cargos de relevancia mediática. Quizá para compensarle, a raíz del cese se le tributó un homenaje en la Casa Llotja de Mar, con asistencia de 250 invitados, entre ellos Artur Mas, Jordi Pujol y Xavier Trias.
Durante su largo mandato, Reyna prodigó declaraciones a diestro y siniestro. Al estallar la burbuja, salió a la palestra para exigir al Gobierno y a la banca que intensificasen la ayuda a los inmobiliarios. Como es de suponer, no le hicieron caso. Luego cambió de fórmula. En vez de pedir auxilio para los ladrilleros, instó al Ejecutivo nada menos que a prestar avales públicos a los compradores privados que tenían cerrado el grifo de los créditos bancarios. Obtuvo el mismo resultado.
Y es que hay que estar a las duras y a las maduras. En la gloriosa fase de expansión del totxo, los magnates del sector lograron plusvalías colosales. Ahora que vienen mal dadas, habrán de componérselas con sus solas fuerzas. Como todo hijo de vecino.