Revolcón a JxCat
En un escenario en el que es imposible que haya investidura a ERC sin el apoyo de JxCat, el partido de Puigdemont tendrá que decidir si prestar 4 de sus votos o ir a segundas elecciones
Aunque lo ponen más espeso que el chocolate está más claro que el agua: No hay suma factible en el Parlament que no conlleve la presencia favorable, proactiva, de JxCat o en su lugar la, hoy por hoy imposible, de los socialistas.
Echemos cuentas. Los de ERC suman 33 escaños, que unidos a los 9 de la CUP arrojan la poco menos que irrisoria cifra de 41. Incluso pactando a tres bandas, con CUP y Comuns, que sólo cuentan con 8 por mucho que saquen pecho, aún le faltarían a Pere Aragonès 21 escaños para alcanzar los 68 necesarios que conformarían una mayoría estable.
¿Que de dónde pueden salir? Pues hoy por hoy de JxCat. Y si algún día en Madrid cambien de opinión, del PSC. No hay más. Los 20, cifra esa sí irrisoria, que arroja la agregación de Vox, PP y C’s, van a estar siempre en contra, por principio. Se supone que no hace falta explicarlo.
Ahora bien, en otras circunstancias, tal vez el PSC se atrevería a abstenerse o incluso prestar algunos votos, los mínimos imprescindibles. Pero no en estos momentos después de la debacle de Madrid. Tampoco en las presentes circunstancias catalanas, por temor a perder a manos del PP lo que, por su oposición sin ambigüedades al independentismo han conseguido recuperar de C’s.
Atado de pies y manos con sus propias cuerdas, al PSC no le queda otro remedio que contemplar el desenlace de la batalla previa a la fecha fatídica del 26 de mayo, en la que Aragonés será investido o se repetirán elecciones.
Amarrados 49 escaños por los republicanos como hemos visto, contando con que la suma de los no seguros para Aragonès será de 53, y que en segunda vuelta basta con que los votos favorables superen a los contrarios, la decisión de convocar de nuevo a las urnas corresponde en exclusiva a JxCat.
Prestar 4 votos o repetir elecciones
Al punto en el que han llegado las cosas, no les va a resultar fácil a los junteros identificar el mal menor y decidirse en consecuencia. La humillación sufrida ya es irreversible. La reacción es tragar o dar rienda suelta a la pataleta. La alternativa de Puigdemont, Jordi Sànchez y Elsa Artadi está entre subordinación a Esquerra o desplante, con segundas elecciones que conllevarían un riesgo severo de castigo.
El escrache de la fracción más radical de JxCat a la sede de ERC no es tanto un ataque a los republicanos, que lo es, como un veto al grupo más sensato de Junts que sigue creyendo que lo mejor es apearse de sus exigencias, claudicar y llegar a un acuerdo de última hora para entrar en el govern con la cabeza gacha, y contentándose con las migajas que les arrojen.
Lo que han lanzado Junqueras y Aragonès en medio del confuso patio de JxCat no es una patata caliente sino una granada envuelta en piel de patata y sin espoleta que bien podría explotar en medio de su confuso sanedrín. El aprieto en el que se encuentran consiste en acordar una dolorosa y lesiva decisión a sabiendas de que habrá que consultarla con unas bases enervadas tanto contra sus jefes como contra los ‘traidores’ de Esquerra.
La decisión de JxCat, números cantan, consiste en prestar o no prestar los cuatro imprescindibles votos, solamente cuatro, para que Aragonès sea investido en segunda vuelta, mientras los otros 28 se abstienen.
Es poco pedir. Tan poco que incluso en caso de que JxCat acuerde abstenerse en bloque y ser presentado como el culpable de la repetición, este puñadito de diputados podría evitarlo rompiendo la disciplina de voto. Rizando el rizo, en este rocambolesco caso otros miembros de JxCat podrían votar en contra de un presidente independentista alineándose así junto a Vox.
Para los protagonistas del enfrentamiento el envite va muy en serio. Es muy probable que les esperen días de angustia y sufrimiento. Sin embargo, puede que para la mayor parte de la ciudadanía la cosa no pase de culebrón que va perdiendo interés a medida que se añaden capítulos que no hacen otra cosa que repetir las anteriores batallitas.
Cambian las tornas en el Parlament
No hay pronóstico para el desenlace. En todo caso, tomar nota de que los otrora acomplejados aprendices de ERC se han tornado maestros en artes marciales y los sucesores de los maestros, una vez decapitados o apartados los auténticos políticos como Mas, Rull y Turull, no pasan de aprendices, muchos de ellos de Harry Potter o de brujo. Ni unos aprenderán que a más varita menos magia ni los otros que a mayor grandilocuencia abstracta menos poder concreto.
Por la escasa experiencia de la que disponemos en las urnas reiteradas, poco futuro puede desbrozarse. Sabemos por un lado que el panorama no cambia sustancialmente con la repetición. También que en caso de provocar nuevas elecciones, JxCat se condena, aun en el caso de no salir trasquilado, a pasar a la oposición.
Una vez rotos todos los puentes, los de Puigdemont se quedarían a cero de interlocutores en el hemiciclo. Algo parecido podría sucederles a los socialistas. La automarginación tiene un coste, que podría doblarse a poco que se note el efecto Ayuso en la parte del electorado catalán que parecía de izquierdas hasta que optó por C’s.