Restauración: segunda y última parte

No sé si los Borbones trajeron una maldición definitiva en la España radial montada por Austria que sólo hablaba con el cielo, desde Madrid, lejos del mundo terrenal: aquellas ciudades mundanas donde mandaba la jerarquía eclesiástica como Toledo, o los comerciantes americanos como Sevilla o Lisboa.

Llovió sobre mojado. Una casta montada lejos de la vida real terminó justificando toda una estructura de estado y de infraestructuras al servicio de una capital situada en la nada. Vamos, un cachondeo como lo del Forum de las Culturas, pero que llevamos pagando más de 400 años.

El Príncipe, la imagen comercial de esta casta viva, debía pensar en los suyos, cuando dijo en su primer discurso después de la nominación: «Mi querida España». Escuché un impresionante discurso renovador del candidato a la sucesión, Felipe VI (V de Cataluña, no jodamos, que el Felipe I de Castilla no lo fue de la corona de Aragón). «Trabajaré por una nación unida y diversa», dijo. Y añadió, «una nación que arranca sus raíces históricas milenarias». Que yo sepa hace 1000 años España era el Andalus y cuatro recogidos cristianos se movían en el entorno de la cresta cantábrica en tres reinos diferentes. En Catalunya, éramos franceses políticamente hasta trescientos años después. Como decía Joan Queralt en un tuit, el discurso del Príncipe lo había leído ya el libro de FEN, escrito por Torcuato Fernández Miranda.

Un buen comienzo, pues. Ha sido un golpe de palacio tras el susto del resultado de las europeas. Gana por primera vez en la región más industrial (20% del PIB y 23% de los ingresos) una fuerza republicana. Y en el resto de la península sube con fuerza una opción de los bisnietos de la República, sin las hipotecas de la Transición y hasta el moño que detrás de la bandera española, la casta reparta cuatro migas de pan para mantener la hegemonía, pero la acumulación de riqueza y de poder siga concentrándose más que nunca, situando España en la cima de los rankings más desastrosos en justicia.

Una operación diseñada y guardada en el congelador se acelera con nocturnidad y alevosía. Otra ley determinante aprobada en días, como el cambio constitucional. Ahora, eso sí, no se puede aprobar una consulta catalana como ha reclamado el Premio Nobel de la Paz, Desmond Tutú.

La prisa viene del temblor de piernas que la oligarquía toma en imaginarse en pocos meses la aceleración del proceso de secesión, cada vez más liderado por republicanos, y una ola demócrata radical que podría dar unos cuantos sustos en el próximo ciclo electoral: municipales y generales, en el que los partidos dinásticos ya han perdido la mayoría.

Entonces un Congreso que es una foto del pasado, con el secretario del principal partido de la oposición en funciones, decidirá el método y la persona de la sucesión. Cuando casi el 80% del electorado actual no tuvo ocasión de votar la Constitución. Y cuando dos piezas claves de la Primera Transición: el centroderecha moderado en Euskadi y Catalunya abandonan. Es de un infantilismo político digno de estudio poner la carga de la prueba de este hecho, a convergentes y peneuvistas, y no preguntarse qué han hecho mal PPSOE para que gente de orden se retire de la partida del régimen.

«Política pequeña», decía Rajoy. Impresentable. Incapaces de ceder uno de los privilegios de la casta en favor de las clases populares y de la unidad de España que tanto dicen defender. Antes partía que doblá. Antes dejarán que se rompa España que ceder ni un milímetro en su concepción del Estado y los privilegios que les asegura. Y este chico que sucederá a Juan Carlos es un Borbón más. Ningún tipo de comprensión sobre la plurinacionalidad. Y no nos engañemos, ningún margen de maniobra. Es un rey constitucional, atrapado por quien interpreta la Constitución que es el conglomerado PPSOE y la oligarquía económica que lo alimenta.

Por ello, creo que seguirá el maleficio borbónico, por lo que ningún sucesor de Rey restaurado ha terminado bien su mandato. Isabel II sucesora de Fernando VII, restaurado por la fuerza militar de los Cien mil Hijos de San Luis, abandonó acompañado del escándalo de la corrupción y quiebra del sistema ferroviario. Alfonso XIII, sucesor de Alfonso XII, restaurado con el golpe de caballo de Pavía, tiró la toalla lidiando con toda la corrupción militar de las minas del RIF.

Y en la tercera restauración dictada por Franco, a Felipe VI (V de Cataluña) no le auguro mucho futuro por su vinculación con una de las castas más corruptas del sur de Europa, envuelto en una familia de la que no han salido todos los trapos sucios, y con un estado fallido que se pondrá a prueba por el derrumbe, qué coincidencia, del mantenimiento de los sistemas ferroviarios de alta velocidad y autoviario radial, más caro e ineficiente del mundo. Sino, al tiempo.

Macedonia

1. Noticia de un vecino del triángulo jacobino de Europa, Hollande y Valls en caída libre de popularidad inventan una recentralización (y mira que Francia está centralizada!). Donde hacen desaparecer regiones con personalidad como Alsacia y descuartizan las zonas centrales (Lemosín y Auvernya) de Occitania poniéndolas a remolque de capitales del norte. Pero los departamentos siguen. Y Le Pen, subiendo. ¡Horror!

2. Noticia de otro vecino del triángulo jacobino de Europa. En Italia, tras el escándalo de la Feria de Milán donde se muestran las conexiones de la N’dragheta con la clase política y los constructores del norte, salta ahora el escándalo de Venecia. Políticos de izquierda, como el alcalde, y de derecha como el antiguo presidente regional, embarrados –en el caso del proyecto de dique preventivo de la laguna–por la marea, que ya no es Acqua Alta, sino Mierda Alta. Veremos cuanto tiempo dura el impulso renovador de Renzi. La segunda fuerza, liderada por el payaso Grillo. ¡Más horror!