Resistiendo al pesimismo

Me embarga el pesimismo. Seguro que son mis ojos, que lo ven todo en negativo y que la realidad no está tan mal.

No me puedo creer que el presidente Rajoy recomiende a Alemania seguir una política expansiva, cuando mis estudiantes de primero de Macroeconomía ya saben que será perjudicial para España. Como muy bien explica Xavier Sala i Martín, una política fiscal expansiva en Alemania hará subir los tipos de interés, que atraerán (aún más) los capitales de otros países (¡entre ellos España!). La reducción del dinero en circulación producirá un aumento del tipo de interés aquí.

La inversión, que ya es baja, aún se reducirá más. La renta también. No es posible ser tan burro y haber obtenido hace un año la legitimidad de 10 millones de votos para ser Presidente del Gobierno. Soy yo que lo veo con malos ojos.

También se me hace difícil apreciar, a estas alturas, cuál es la ruta que tiene el gobierno de Catalunya para llegar a un estado propio. La única experiencia vivida que se podría asemejar es cuando participé en una start-up que pasó de cuatro a 1.000 trabajadores en tres meses. Si esta empresa ya tenía un business plan de 200 páginas excelentemente entrecruzadas, que había que revisar semanalmente, no puedo vislumbrar las matrices de vinculaciones a las variables de todo un país.

Me dicen que ya están hechas, pero quien las dice conocer no las explica y quien las explica no sabe de Excel. Hace falta mucha fe y mi me queda poca. Pero seguramente soy yo que no veo más allá. Veo las instituciones de este país, sobre todo las que se nutren de fondos públicos, haciendo brazadas desesperadas por no ahogarse. Mientras, impulsan políticas de vuelo gallináceo que nos conducen a la miseria, no económica, sino moral.

Veo departamentos compitiendo entre ellos y servicios centrales robándole el trabajo a los servicios territoriales. Quiero pensar que el patetismo con que algunos buscan las ganancias a corto plazo (uno de los males que nos ha conducido hasta aquí) no es la realidad, sino lo que mis ojos ven.

Los estudios de opinión, muestran una profunda decepción hacia algunas instituciones, sus trabajadores y, sobre todo, sus dirigentes. Confiamos tanto en que alguien nos debe arreglar la vida, que cuando no nos la soluciona, nos enrabietamos con él y le culpamos de todos los males. Ni un brío de autocrítica. Ni unos ni otros. No vamos bien. O quizá son mis ojos que lo ven así. Disculpadme.

Decía Mark Twain que el ejemplo no era la mejor forma de enseñar, ¡sino la única! La falta de ejemplaridad en la conducta de la familia real; la desvergüenza del ex tesorero del PP, regularizando 10 millones de euros gracias a la amnistía que su partido aprobó; el máximo representante de los empresarios en la CEOE pregonando el esfuerzo y el sacrificio mientras se convertía en el ladrón número uno de su empresa… Ni Bárcenas, ni Urdangarín, ni Díaz Ferrán leyeron Mark Twain. Seguro. No es que quisieran hacerlo mal, es que no leyeron Twain.

En fin, que esta vez me cuesta algo más de la cuenta levantar el ánimo y mirar hacia el horizonte, porque la niebla no sólo me enturbia la visión, sino la razón.