¿Renovables sí, pero así no?
Es compatible compaginar el desarrollo de proyectos renovables con mayores garantías para los territorios. Pero no queda tiempo para el inmovilismo
“Renovables sí, pero así no”. Con estas palabras protestaba Rodrigo Sorogoyen, en su discurso en la gala de los Premio Goya, contra la instalación de cuatro parques eólicos en los montes de Sabucedo. No es el único. La instalación de energía eólica ha suscitado recientemente duras críticas por parte de determinados sectores políticos y sociales, que consideran el ritmo actual de implantación excesivo.
Por el contrario, el Vicepresidente de la Comisión Europea, Frans Timmermans, en la rueda de prensa donde se presentó el plan de respuesta energética de la Unión Europea tras la invasión de Ucrania, declaraba que debía intensificarse el despliegue renovable “a la velocidad de la luz”, un mensaje que parece que no interpela a algunos sectores a ambos lados del espectro ideológico.
España necesita instalar casi 6.000 MW anuales para poder cumplir los planes del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC), de acuerdo con las exigencias de la Unión a los estados miembros. Esto le permitiría alcanzar un 74% de generación de electricidad de origen renovable – en 2021 esta cifra fue del 46,7%. El retraso que acumulamos es evidente. Como nota positiva, la eólica es ya la principal fuente de generación eléctrica con una participación del 23,3% del total de la producción, liderando así el mix de generación nacional por primera vez desde 2013.
La eólica es ya la principal fuente de generación eléctrica con una participación del 23,3%
Las energías renovables tienen innumerables ventajas: no emiten CO2 ni otros contaminantes atmosféricos; ayudan a conseguir un alto grado de independencia energética antes los vaivenes económicos y geopolíticos, y son la forma más barata de generar electricidad. Además, instalar mucha más potencia renovable permitiría hundir su precio de casación en el sistema marginalista y evitar el alto coste para empresas y particulares que amenaza con abortar la incipiente recuperación económica.
Sin embargo, las renovables tienen dos grandes inconvenientes: dependen de que exista recurso natural para producir electricidad, lo que genera cierta intermitencia y obliga a disponer de formas de almacenamiento, y deben ocupar bastante superficie para poder captar la energía de los flujos naturales. Esta última característica genera un impacto en el territorio, a pesar de que las tecnologías son esencialmente inocuas y, en muchas ocasiones, compatibles con otras actividades como la agricultura.
Como resultado, la denominada “defensa del territorio”, a menudo marcada por el espíritu naturalista (paisajismo, ecologismo, patrimonio cultural), choca en estos momentos, y de manera paradójica, con la prioridad global de lucha contra el cambio climático. La contradicción reside en compaginar la preservación del entorno inmediato con la defensa de un imprescindible cambio energético.
Lo cierto es que la inmensa mayoría de promotores, empresas y asociaciones son conscientes de este trade off y aceptan los altos estándares exigidos para la concesión de nueva capacidad de conexión, evitando desarrollos con impactos inaceptables sobre el territorio. Pero estas exigencias no justifican determinadas pretensiones que, de asumirse, anularían por completo el proceso de transición energética.
Elevada concentración geográfica de proyectos
Otra crítica es que existe una elevada concentración geográfica de proyectos. Es cierto que la gran mayoría de los parques eólicos se ubican en un conjunto determinado de zonas que, en el caso de Cataluña, por ejemplo, suponen aproximadamente el 30% de la superficie territorial. Pero lo cierto es que estas zonas son las únicas en las que existe una velocidad y frecuencia de viento suficiente como para impulsar aerogeneradores.
Otro argumento recurrente con el cual se fundamenta el freno a la implantación de parques de energía renovable es el que afirma que es suficiente con el autoconsumo en los tejados y proyectos cooperativos de dimensiones reducidas. Este último argumento está basado en un profundo desconocimiento sobre la dimensión del consumo energético humano.
La población española tiene un consumo energético final anual de más de 1.000 TWh
La instalación de placas solares sobre tejado permitiría una capacidad máxima de generación fotovoltaica sobre tejado en España de 65 TWh. La población española tiene un consumo energético final anual de más de 1.000 TWh. Llenando todos los tejados de España de paneles solares sólo conseguiríamos solventar el 6,5% actual. Además, para generar esos 65 TWh con fotovoltaica en tejado se necesitaría instalar aproximadamente entre 45 y 50 GW de capacidad. El año que hemos instalado más fotovoltaica de autoconsumo en España (2020) fueron casi 600 MW. Aunque pudiésemos duplicar esa cifra, tardaríamos casi 40 años en conseguir llenar todos los tejados.
Descarbonizar la economía en 27 años es una transformación de magnitudes colosales que requiere velocidad de crucero. Como toda transformación, genera resistencias, tensiones y también, decisiones inconvenientes. Es compatible compaginar el desarrollo de proyectos renovables con mayores garantías para los territorios. Pero no queda tiempo para el inmovilismo.