La rendición y el sometimiento
En Cataluña hay tres tipos de personas: los separatistas, que son supremacistas por naturaleza; los no separatistas, que piden perdón por no serlo; y los que han tomado conciencia que solo desde la resistencia crítica las cosas pueden cambiar
El independentismo ha intentado victimizarse tras el gag en TV3 denigrando a la Virgen del Rocío presentando a todos aquellos que han protestado por el lamentable gag como intolerantes y a ellos como víctimas de la falta de libertad de expresión. El debate no es sobre la libertad de expresión, que nadie excepto la izquierda pone en cuestión al haber impuesto una dictadura de lo políticamente correcto. El tema es la barra libre del nacionalismo para humillar a todo lo que tenga un mínimo cariz de españolidad.
En una semana en Cataluña han sucedido dos hechos que están íntimamente relacionados, por un lado, la ridiculización a la Virgen del Rocío y por la otra el interrogatorio facineroso al que fue sometido una enfermera del hospital de Vall d’Hebron tras haber sido despedida por subir a las redes un vídeo despotricando de la exigencia de tener el nivel C de catalán para ser enfermera.
Sin la sensación de impunidad y de superioridad que lleva a guionizar el escarnio a la Virgen no se llega a encerrar a una joven de poco más de 20 años en una sala para someterla a un interrogatorio por haber dicho “puto C1”. Para los independentistas Valtonic es una víctima y no es tolerable que se le incrimine por hacer apología del terrorismo pero una enfermera no puede decir ni mu si no quiere que caigan sobre ella las siete plagas nacionalistas.
Solo cuando uno cree que la Virgen del Rocío tiene fieles con costumbres inferiores y tribales puede a la vez someter a un ejercicio de pseudo tortura a una joven discrepante. Solo cuando hay una clase social, constituida en casta cerrada, que cree que solo ellos tienen derecho a todo, se puede hacer lo que se le ha hecho a la joven enfermera del Vall Hebron.
En los años 70, para los independentistas, los socialistas y sindicalistas eran charnegos
Un hecho y el otro demuestran la rendición y el sometimiento de España, y en especial de su gobierno, a pies del nacionalismo gobernante en Cataluña. Cuando el independentismo se sintió atacado porque el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña falló a favor de unos ciudadanos catalanes que pedían algo tan simple como que se enseñará una hora de español más a la semana en la enseñanza obligatoria el partido gobernante en España y su socio: PSOE y Podemos acudieron raudos al rescate del independentismo, que les sostiene en el poder, y pactaron una ley prevaricante para vulnerar la sentencia judicial.
En cambio, cuando una joven ha sido despedida por manifestar, de forma más o menos jocosa, pero en todo caso mucho más prudente y respetuosa que el trato que el separatista subvencionado de Toni Soler dio a la Virgen del Rocío, nadie en el PSOE ni el Podemos acudió en ayuda de la joven represaliada.
No solo el Gobierno de España se arrodilla y permite la humillación y trato discriminatorio a ciudadanos catalanes disidentes del orden establecido, los sindicatos llamados de clase, como UGT, actúan como sicarios del poder separatista y es un liberado de UGT el que somete a la joven enfermera a un interrogatorio de casi una hora ilegal, ilegítimo y repugnante.
El PSC, al que en TV3 han acusado de nazi, y los sindicatos no han entendido aún, y jamás lo entenderán que hacerse el sumiso y el agradable con el independentismo no les abrirá las puertas del edén separatista, solo incrementará el desprecio que dicho nacionalismo siente hacia ellos.
En los años 70 del siglo pasado, para los hoy independentistas, los socialistas y sindicalistas eran charnegos, hoy son ñordos, que viene a ser lo mismo. En Cataluña hay tres tipos de personas: los separatistas que son supremacistas por naturaleza, los no separatistas que piden perdón pro no serlo y los que han tomado conciencia que solo desde la resistencia crítica las cosas pueden cambiar.
Alguien dirá que esa actitud acerca Cataluña a un conflicto civil y quizás tiene razón, pero hacer lo contrario lleva irremisiblemente a la aniquilación de una parte de la sociedad.