Regenerar, pero ¿cómo?

Algo asombroso está sucediendoe cuando, ante el panorama de la corrupción, María Dolores de Cospedal dice que el PP ha hecho lo que podía. Tal vez se trate de una conducta de humildad o una confesión de impotencia, pero en cualquier caso es como si Podemos recibiera los regalos sin antes haber escrito su carta a los reyes magos.

Sí, es cierto que –como alega Cospedal– los partidos políticos no pueden meter a la gente en la cárcel, pero existe un sinfín de maneras para atajar efectivamente la corrupción pública y convencer a la sociedad de que se entra en una etapa de mayor transparencia. En fin, que los partidos políticos se comprometen a controlar al máximo la calidad moral de sus candidatos y gestores. Y eso sigue siendo una tarea pendiente o al menos concebida de modo que convenza al ciudadano. Se legisla pero ahí queda todo, por buena legislación que sea, como un papel mojado.

La corrupción es dañina desde todos los aspectos, de confianza en la política, de acceso a las inversiones extranjeras, de ejemplaridad, de consistencia del sistema para las nuevas generaciones. Y mucho más en plena postcrisis.

De hecho es como si para María Dolores de Cospedal su partido no estuviera en el poder y por eso la tarea de regeneración correspondiese a otros. Es cierto que se están instrumentando los recientes casos de corrupción para, incluso desde el PP, deteriorar a Mariano Rajoy, pero mucho más le deterioran declaraciones en el sentido de que el PP ha hecho lo que podía.

 
La idea de que nada funciona y de que todos los políticos roban ha generado una atmósfera muy encrespada

 Ahora no es hora de mensajes para el frente interno  –“los cobardes anónimos”, según Cospedal– sino de mensajes creíbles y sólidos para una sociedad perpleja. De las tarjetas B a la Operación Púnica, de los ERE en Andalucía al caso Pujol, la licuefacción del bien común pudiera ir pareciendo irreversible.

Incluso podría afirmarse que el PP se lo está jugando todo ahora mismo, y que calcular que la recuperación económica permitiría una rebaja de impuestos, para así tener una mayoría casi absoluta, es una contabilidad del ayer. El voto hipotéticamente satisfecho con la mejoría económica ya no es tan cuantificable como podía serlo, si acaso, hace ya meses. Conceptualmente, estamos en fase de cabreo público y no de racionalización económica. Aunque no sea exactamente así, la idea de que nada funciona y de que todos los políticos roban ha generado una atmósfera muy encrespada.

Desde luego, no puede decirse que Cospedal haya descubierto la pócima mágica pero, ¿es que alguien en el PP la tiene? Hasta ahora la costumbre ha sido acusar a la oposición de tú y más, pero hoy ya es más bien el momento de gravedad en la definición, de lenguaje de nobleza y condena, de los gestos eficaces de acción política. Sería la hora para responder con altura a la voz de un país exasperado. Para bien de Podemos, las respuestas no las tiene Cospedal. Tampoco la tiene el PP, según parece, para urdir estrategias convincentes de calidad regeneradora.