Refugiados, detrás de los números
2015 se despide, marcado por los conflictos, la violencia y una de las mayores crisis humanitarias ocurridas desde la Segunda Guerra Mundial: la crisis de los refugiados.
Expulsados de sus hogares por la guerra y la muerte, sus vidas se han transformado en un infierno y su futuro en espejismo. Para poder vivir están dispuestos a todo, incluso a asumir el riesgo de morir.
Más de 3.600 personas han desaparecido este año en naufragios en el Mediterráneo. Un tercio, es decir, 1.300 son niños muertos ahogados, según los datos de Unicef. Entre ellos Aylan Kurdi, cuya foto conmovió la conciencia internacional, desgraciadamente sólo por una semana.
La inmigración forzosa es una consecuencia natural de la agitación, y es sólo la punta del iceberg. ¿Cómo se puede pensar en retener a millones de personas que están tratando de evitar la guerra, el hambre o la dictadura?
¿Cómo se puede creer que la política orientada a la seguridad es la única opción que Europa puede presentar a sus vecinos del Sur? Las políticas de cooperación con regímenes autoritarios que reprimen a sus ciudadanos ya no son efectivas.
Se calcula que hasta diciembre 1.006.000 personas llegaron a Europa. El 80% cruzaron el Mediterráneo. El 50% de los refugiados lo hicieron desde Siria, el 20% desde Afganistán y el 3% desde Irak. Europa recibió casi un millón de nuevas peticiones de asilo entre enero y noviembre de 2015.
Actualmente el mundo paga el precio del terrible fracaso por no evitar las guerras en Libia y Siria. El Mediterráneo es hoy una región en transformación que está experimentando cambios políticos y socioeconómicos radicales y la huida masiva de miles de refugiados, demuestran cómo regímenes dictatoriales y corruptos y una desigualdad aguda puede provocar una profunda agitación política, económica y social.
No se puede permitir que el Mediterráneo se convierta en el cementerio de miles de personas, que huyen de sus países por guerras y muerte en busca de una vida digna. El Mediterráneo no puede ser una nueva versión del muro de Berlín durante la Guerra Fría.
Europa tiene importantes desafíos en las áreas de seguridad, en la acogida de estas personas y en las políticas internas. Es peligroso distraernos del Mediterráneo. Esto no haría más que alimentar la fractura socioeconómica de las riberas norte y sur.
Europa tiene que implicarse. Su futuro está estrechamente relacionado con la capacidad de desarrollo de esta región por la fuerte interdependencia y los múltiples canales de transmisión. Por lo que se necesita superar los muros de incomprensión, recelo y diferencias del pasado que entorpecen el futuro. No hacerlo, supondría un coste demasiado alto.
La magnitud del desafío, en medio de la agitación política y social, deja a las medidas existentes de asistencia financiera claramente insuficientes para el propósito. Hace falta una nueva política europea para el Mediterráneo. Un Plan Marshall sería una solución realista para resolver los problemas económicos endémicos.
Es fundamental encontrar una alternativa a la campaña de desprestigio que retrata a los refugiados como terroristas y una amenaza para la sociedad de acogida.
Es triste ver cómo esta campaña, que se basa en el principio de culpabilidad colectiva, ha creado un conflicto más amplio y ha ampliado las sospechas y la desconfianza para crear división en la sociedad. Además, deliberadamente, distorsiona las enseñanzas de la tolerancia y la compasión para provocar una ruptura entre los países, sociedades y culturas.
La carencia de políticas eficaces y actuales que aborden de manera eficaz el tema de los refugiados requiere una respuesta urgente y coordinada a nivel regional e internacional con la participación de la sociedad civil, los gobiernos y los organismos internacionales. Se deberían impulsar iniciativas conjuntas a favor de los refugiados que nos recuerden, en primer lugar, que el carácter universal de los derechos humanos y libertades fundamentales no debería admitir dudas.
Los refugiados son un hecho en estos tiempos, la tolerancia resulta indispensable para hacer posible la convivencia.
Detrás de estos números hay miles de historias. Miles de tragedias en medio de la incapacidad internacional para ayudar a estos seres humanos. Pero están aquellos que sobrevivieron para contar al mundo cómo fueron abandonados. Otros, por desgracia, han muerto y sus historias permanecerán en el olvido.