Reformas, reformas, reformas… ¿cómo dice?

La economía es como un río. Cuando baja lleno, todos los barcos pueden navegar sin problemas. Pero cuando hay sequías baja su nivel, toda la suciedad que había en el fondo se acerca a la superficie y pone en peligro la navegación de los barcos. De la misma manera, los problemas estructurales de la economía española permanecen ahora como un peligroso escollo contra la incipiente recuperación.

Después de cinco años de crisis y un cambio de gobierno con mayoría absoluta, supuestamente reformista, el nivel de la economía comienza a subir y el fondo sigue casi tan sucio como estaba. Hacemos un repaso y veréis de qué hablo.

La única reforma de verdad la ha sufrido el sistema financiero. Esta área importantísima de la economía ha padecido un cambio de panorama absoluto. Pero no en la buena dirección: de tener 50 entidades de crédito en 2009 llegaremos a 2014 donde no llegaremos a la décima. Además, la mayoría de las que han desaparecido han sido cajas (alguna conclusión podéis sacar aquí). El sistema se ha reformado vía fusiones y cuando hemos creado el banco malo, ya ha sido demasiado tarde.

Los directivos bancarios siguen percibiendo unos bonos si la cosa va bien y si va mal se van a casa con una indemnización millonaria mientras rescatamos con dinero público los platos rotos. En resumen: concentración de poder, medidas tardías, perpetuación del riesgo moral y reducción a una quinta parte de la competencia… ¡Y esta era la buena noticia! La mala es que las entidades que han quedado son más prudentes o más frágiles y de ahí la sequía de crédito. Para llegar a esta solución no sé si nos hacía falta hacer este viaje.

El mercado laboral ha tenido una pequeña reforma. Pero tampoco ha mejorado nada y nos seguimos situando a la cola del mundo y en el puesto 116 de una lista de 148 países (p.20) , por detrás de Etiopía , Mongolia , Ruanda y de Trinidad y Tobago. Cambiar la ley no quiere decir cambiar el sistema. Y este sistema, hoy igual que ayer y como siempre, sigue estimulando que la gente no busque trabajo. Y si lo encuentra, intenta que esté en la sombra.

Que seamos los campeones de Europa con un 27 % de paro y que la calle no esté inundado de manifestaciones debe tener algo que ver en que también somos los ganadores del concurso del dinero en B y de la economía sumergida europea, con un meritorio 23% del PIB . Por algo el 80 % de los parados que encuentra trabajo lo encuentra justamente el mes antes de que se le acabe el paro… En fin, sólo se tendría que copiar lo que hacen en Dinamarca, donde el paro es del 7,1% y el Estado no da dinero al parado si no sigue los cursos de orientación laboral especialmente diseñados para que éste se pueda recolocar lo antes posible en el mercado laboral.

El sistema pensiones en España ya da resultados negativos hoy y más temprano que tarde, va camino de la quiebra. Cada vez que se ha intentado la reforma han salido voces señalando una conspiración judeo- masónica de los fondos privados de pensiones. Pero lo que nadie quiere es decir que la promesa de una jubilación tranquila, con sanidad gratuita, dinero suficiente y vacaciones medio pagadas con el Imserso, sencillamente, no es sostenible.

La propuesta realizada por un comité de expertos economistas es bastante técnica y nada sospechosa de responder a intereses ocultos .Pero ha generado bastante polémica y ningún consenso. Como consecuencia, el Gobierno no ha tirado adelante la reforma y queda pendiente. Mientras las pensiones de hoy se van comiendo el fondo de reserva de ayer de forma irremisible.

La reforma de la Administración Pública debía evitar duplicidades, simplificar la burocracia, ahorrar dinero (8.000 millones en tres años) y permitir la centralización de servicios. Pero después de anunciar repetidamente y recibir muchas voces en contra, se pospuso para más adelante.

Suprimir administraciones que hacen lo mismo y son ineficientes también significa aplastar el callo de alguien. Lo único que ha quedado ha sido la rebaja de sueldo de los cargos electos, algo populista y con trampa . Una medida que perjudica a miles de concejales de pueblos pequeños de todo el país y que representa una pequeñísima parte de la mejora presupuestaria prometida.

Tampoco hemos cambiado el modelo económico. Nuestra recuperación vendrá por los sectores del ladrillo y la industria del turismo. Es decir, los mismos motores que tenía España en 1957 cuando se fabricó el primer el 600. La frase de personaje de Unamuno: «¡Que inventen ellos!» sigue impregnando nuestra estructura de Estado –y lamentablemente, de la Generalitat–.

La innovación, el emprendimiento y la asunción de riesgos no están en el primer lugar de la agenda de nadie, ni siquiera del famoso banco público catalán que se anunció a bombo y platillo y que hoy sigue cerrando la espita del crédito igual que el resto de bancos privados.

Por otro lado, los presupuestos de los institutos de investigación y de las universidades en España y Catalunya han disminuido un tercio desde el inicio de la crisis y todos hemos visto casos de investigadores que han triunfado en el extranjero. Y lo que es peor, han dejado de venir muchos otros. De los 350 premios Nobel que Estados Unidos tiene en su haber una cuarta parte (entre ellos Severo Ochoa) son nacidos fuera del país.

En definitiva, es posible que ahora empezamos a salir de la crisis. Pero no saldremos más reforzados que como entramos, como algunos dicen, entre otras cosas porque no se han tomado las decisiones que realmente eran necesarios para hacerlo posible.

Así, el esfuerzo y el sacrificio que ha hecho todo el país nos hará más productivos por el camino de la devaluación de salarios (denominador) en lugar de ir por la vía de hacer las cosas de mejor calidad (numerador). Si la gravísima crisis que hemos pasado no ha servido para reformar algunos puntos básicos de nuestro modelo productivo, será difícil hacerlo más adelante. Hemos perdido una oportunidad única. ¿La volveremos a tener?