Reforma laboral: diez observaciones y una coda
Da la impresión que la reforma laboral ha sido, más que una negociación, una escenificación en la que los actores interpretar unos papeles que en realidad no representan
Todos estamos haciendo un análisis de la reforma laboral, el último gran paquete de medidas económicas de 2021, sin saber si finalmente aquella será papel mojado. A pesar de la aprobación del anteproyecto de ley en el Consejo de Ministros, su trayecto parlamentario se intuye incierto, ya que no existe en estos momentos una mayoría favorable al acuerdo tal como está redactado. Veremos si la capacidad probada del gobierno para el horse-trading o cambalache permite la promulgación de la ley sin grandes cambios, o bien si 2022 nos trae sorpresas que, dadas las declaraciones de algunos de sus socios, sólo podrían ser negativas.
Con estas cautelas, ahí va mi resumen de lo que implica esta reforma, con una nota política final. Una nota política y nada económica.
1. Convenios sectoriales o de empresa. Uno de los principales aspectos en que las intenciones del ala podemita del gobierno han quedado diluídas. Frente al paso anunciado de todos los convenios al nivel sectorial, finalmente el sector regirá a la hora de determinar los salarios y las jornadas de trabajo (esto último ya estaba vigente). Para todo lo demás tendrá preeminencia el convenio de empresa.
2. Costes del despido. Afortunadamente este punto se mantiene igual que estaba. En un contexto económico tan desfavorable como el español, elevar los costes del despido hubiera tenido como consecuencia justo lo que se dice querer evitar: una oleada de quiebras y un aumento del número de parados.
3. Ultractividad de los convenios. La principal concesión a los sindicatos, pero el mantenimiento de los convenios más allá de su periodo de vigencia mientras no se pacten unos nuevos ofrece incentivos perversos para aquellos, que pueden querer mantener un acuerdo anterior más favorable y difícilmente justificable en condiciones económicas más adversas.
4. Se mantienen los descuelgues, que permiten a algunas empresas no aplicar el convenio pactado en su sector en circunstancias excepcionales y para un tiempo determinado. Haber eliminado esta posibilidad hubiera contribuido a la rigidez del mercado.
5. Las anunciadas medidas relativas a la subcontratación y los contratos temporales han sido diluídas. De haber sido incorporadas hubieran tenido el mismo efecto que en el punto anterior: hacer aún más rígido el mercado.
6. Se pone el acento en los contratos de formación. Impulsar este tipo de medidas es positivo, porque se trata de uno de los principales problemas del mercado laboral, pero el caso es que la formación no funciona muy bien en España. De hecho está a años luz los resultados en empleabilidad de los modelos alemán o nórdico. Así, podemos decir que lo que se enfatiza es más bien la retórica sobre la formación, porque formación como tal y como se entiende en Europa no hay.
7. No hay ni rastro del contrato único ni nada que se le parezca. Aunque se va en dirección de la reducción de los tipos de contrato, y con argumentos razonables, ninguna reforma será coherente hasta que se implante un contrato único, sujeto a la necesaria flexibilidad.
8. Se prohíben los despidos por causas económicas en la administración. No se entiende muy bien por qué los puestos de trabajo en la administración pública deben estar más protegidos con carácter general que los del sector privado. Uno de los ajustes más contundentes del empleo público -fueron despedidos miles de enfermeras y profesores- lo llevó a cabo un gobierno socilalista en Suecia en la década de 1990, y la medida no tuvo en el medio plazo consecuencias redistributivas importantes. Al contrario, sirvió para restablecer el equilibrio de las cuentas públicas y salir de una grave crisis económica, recuperándose al final de la década los niveles de empleo y una distribución de ingresos particularmente igualitaria.
9. Implantación de un nuevo Mecanismo RED de Flexibilidad y Estabilización del Empleo. Esto supone mantener la flexibilidad interna de que han dispuesto las empresas durante la pandemia, o bien una extensión de los actuales ERTE. El problema es que también aumenta la burocracia y la intervención de la administración, cuando lo que se necesita es flexibilidad y rápida adaptación a las cambiantes condiciones del mercado. Es como querer caminar hacia adelante y hacia atrás al mismo tiempo.
10. No se interviene sobre la raíz de los problemas, por lo que esta reforma no es lo que se necesita para solucionarlos. Recordemos que el mercado laboral español se caracteriza por su rigidez, por no tener en cuenta la empleabilidad de los individuos sino el tiempo que se mantienen en una empresa, por proteger el puesto de trabajo y no al trabajador, por una elevada tasa de desempleo estructural, en particular entre los jóvenes, por una dualidad que hace muy difícil a muchos obtener estabilidad y buenas condiciones salariales, por su poca capacidad de adaptación a las circunstancias económicas, y por la irrelevancia de las políticas activas, en especial la formación. Esta reforma va a hacer muy poco o nada por atajar estos problemas.
En este punto debemos preguntarnos por los aspectos puramente políticos de todo el proceso. Parafraseando a la inversa aquel lema de la campaña de Bill Clinton, ¡Se trata de la política, no de la economía, estúpido!
El proceso ha estado supervisado por la Comisión Europea desde el principio, por lo que sabíamos que los anuncios de derogación eran simples bravatas. Con un margen tan restringido, y con unos cambios que han resultado ser cosméticos, como se esperaba, las principales consecuencias de la reforma se intuyen políticas.
En el teatro kabuki en que se ha convertido de un tiempo a esta parte la negociación de medidas económicas en España, los actores dicen representar papeles que quizá no son en realidad los que representan.
Aunque todos decían querer mejorar la suerte de los trabajadores, la viabilidad de las empresas o ayudar a salir de la recesión, da la impresión de que las ministras Nadia Calviño y Yolanda Díaz buscaban apuntalar su reputación tecnocrática y su potencial electoral, respectivamente.
También parece que el gobierno ha buscado con esta reforma presentar en Europa las medidas que ésta le reclamaba para desembolsar los fondos de recuperación; la cúpula patronal, consolidar un poder de representación muy imperfecto, porque en ocasiones no tiene en cuenta los intereses de las pequeñas empresas, que quizá no puedan adaptarse a las condiciones pactadas en sus sectores; y los sindicatos… Los sindicatos hace tiempo que le hablan únicamente a una reducida parroquia de trabajadores con estabilidad, desinteresándose de jóvenes, precarios y personas con baja cualificación. Es para aquel público para el que representan su papel.
Además de regalos, los Reyes Magos nos van traer también un poco de carbón. Esperemos que la reforma se apruebe como está. Sino será lo único que acaben trayendo.