Reencuentro

El reencuentro entre el Estado y la Generalitat se trata de meter al independentismo en el dilema de escoger entre reventar el diálogo o aceptarlo

Hemos pasado de la mesa de negociación a la agenda para concretar el reencuentro, lo que implica dejar atrás la agenda del conflicto. El reencuentro significa volver a encontrarse con ánimo de hallar un espacio de negociación verificable.

La agenda no solo busca concretar aspectos como la financiación autonómica, las mejoras de cooperación, las políticas sociales y el apoyo a los servicios públicos, la regeneración institucional o el impulso de las infraestructuras, sino también limitar la acción del presidente de la Generalitat, Quim Torra, contra la creación de la mesa de diálogo.

La estrategia pretende someter al independentismo intransigente a la lógica basada en que la única salida es la negociación y evitar así el desgaste de deslegitimar la negociación considerándola improductiva.

Esta iniciativa confirma que el Gobierno español quiere, por fin, encabezar la tercera vía. Los 44 puntos establecidos confirman que el Ejecutivo quiere impulsar sin más dilación aspectos como la culminación del corredor del Mediterráneo, que son determinantes para el futuro de Cataluña.

Este cambio de actitud debe permitir dejar sin espacio a todos aquellos que se alimentan denunciando continuamente la inacción del gobierno.

Se trata de lograr situar al independentismo ante el dilema de escoger entre reventar la mesa, que implicaría que sus intereses electorales no van a favor de Cataluña, o aceptarla, que supone rebajar sus expectativas de romper con España.

Se podrá contrarrestar la idea de que el Estado ha abandonado Cataluña

A esta iniciativa hay que unir la recuperación de la propuesta de que Barcelona sea la cocapital cultural y científica de España. Ello representa otro impulso decisivo para lograr que Barcelona logre culminar una serie de medidas que la hagan más competitiva y que la alejen de la tentación independentista.

Avanzamos pues hacia un marco de propuestas que van a poder ser medibles y verificables, para contrarrestar la idea de que el Estado ha abandonado Cataluña o la famosa máxima establecida entre los independentistas de que España nos roba. Convertir en hechos lo que antes quedaba limitado en papeles y buena voluntad es el antídoto contra el inmovilismo de los últimos años.

Este plan por fin certifica que el Gobierno español tiene confianza en dotar a ERC de sólidos argumentos para impulsar su independentismo pragmático y así lograr la máxima estabilidad para gobernar. Ahora resta ver si el presidente de la Generalitat logra su propósito de minimizar los logros de la mesa para convertirlos en nuevos agravios contra Cataluña.

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