Recordemos, sí. Pero ¿qué?

Se cumplen 77 años desde que las tropas aliadas entraron en Auschwitz, y reconfortaría ver tanto compromiso con la memoria, si no fuera porque en muchos casos esa memoria viene retocada con matices irreconciliables con la verdad

Hoy, 27 de enero de 2022, se cumplen 77 años desde que las tropas aliadas entraron en Auschwitz, y como cada año, se conmemorará el Día Internacional de la Memoria del Holocausto y Prevención de los Crímenes contra la Humanidad. Con ese motivo, múltiples organizaciones civiles, personas a título individual, líderes políticos y tal vez algunos medios, se unirán a la campaña #WeRemember (Recordamos), para honrar a las víctimas del Holocausto.

Iniciada hace unos años por el Congreso Judío Mundial con el fin de concienciar a las personas acerca del pasado y del peligro de repetición, la campaña tuvo un gran impacto y desde equipos de fútbol, hasta el mismo Papa Francisco aportaron su imagen, sosteniendo un cartel en el que podía leerse: We Remember.

Y reconfortaría ver tanto compromiso con la memoria, si no fuera porque en muchos casos esa memoria viene ligeramente retocada con ciertos matices irreconciliables con la verdad. En efecto, recordamos. Pero ¿qué?

Esa memoria viene ligeramente retocada con ciertos matices irreconciliables con la verdad

Hace dos años, en sus redes sociales, el entonces líder del partido Podemos, Pablo Iglesias rememoraba su propia versión de la liberación de Auschwitz: “Allí fueron asesinadas decenas de miles de personas, entre ellas, cientos de republicanos españoles a los que marcaban con un triángulo rojo invertido. Memoria para no repetir la Historia. Fascismo nunca más”.

Error. En Auschwitz había apenas una veintena de republicanos españoles. Iglesias probablemente confundió el campo de exterminio de Auschwitz con el de concentración Mauthausen-Gusen en el que unos 7000 presos españoles fueron internados. O simplemente aprovechó que el Pisuerga pasaba por Valladolid para meter su propia cuña ideológica. No es el único.

El año pasado, desde otro extremo ideológico, Vox, Iván Espinosa de los Monteros publicaba otro tuit; “Hoy, Día de la Memoria del Holocausto y de la Prevención de los Crímenes contra la Humanidad, conmemoramos la muerte de millones de personas a manos del nacional socialismo, que afortunadamente perdió la Guerra y desapareció. Pero ojo: el comunismo perdió la Guerra Fría y vuelve”.

Acto de conmemoración del Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto, EFE/ Alejandro García

La Guerra Fría y el comunismo son batallas independientes del Holocausto, pero también se aprovechó un día de recuerdo para traer a colación la propia agenda política.

Lo cierto es que las cámaras de gas de Auschwitz-Birkenau estaban destinadas para el colectivo que ambos tuits olvidan mencionar: los judíos. En menos de 5 años de existencia, en ese campo de exterminio fueron asesinados 1,1 millones de personas. Un millón eran judíos.

Y no me malinterpreten, no niego el contexto histórico y ni afirmo que tan sólo los judíos fueran víctimas de los nazis. La barbarie nazi se llevó por delante millones de vidas de múltiples colectivos, pero los verdugos tenían muy claro para quiénes construían las cámaras de gas y qué cultura planeaban borrar de la faz de la tierra.

En menos de 5 años, en ese campo de exterminio fueron asesinados 1,1 millones de personas. Un millón eran judíos

Hace dos años, en un extraordinario artículo en contra de esta frivolización de la memoria que estamos viviendo, Alberto Moyano se preguntaba en el Diario Vasco:

“¿Nunca más, qué? ¿Negar el carácter esencialmente antisemita del Holocausto? Atención, porque es tendencia: con la con la indisimulada intención de obviar que la invención del asesinato en masas fue acuñada bajo el término ‘La solución final al problema judío’ se recalca con énfasis que gitanos, prisioneros soviéticos, homosexuales y testigos de Jehová también fueron exterminados. Cierto: se aprovecharon las instalaciones de la muerte para eliminar a otros grupos ‘indeseables’, pero sin el impulso judeófobo, Auschwitz jamás hubiera existido”.

En el año 2017, la Casa Blanca emitió un comunicado en el que se mencionaban «víctimas, supervivientes y héroes», pero se omitía la palabra “judíos”. A raíz de aquello, Guillermo Altares publicaba en las páginas de El País, un elocuente artículo: “Por qué el Holocausto fue un crimen contra los judíos” que dejaba claro que “negar el carácter judío del Holocausto es un disparate desde el punto de vista histórico y abre un debate absurdo porque no existe en la comunidad académica”.

El alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida participa en el acto del Día Internacional de Conmemoración del Holocausto. EFE/ Mariscal

Altares especificaba “muchos pueblos eran considerados inferiores en el delirio racista nazi, destinados a convertirse en esclavos, pero sólo dos debían sufrir la exterminación absoluta: los judíos y los gitanos. Para los judíos se emplea la palabra Holocausto o Shoah; para los gitanos, porraimos (destrucción en romaní). Pero el mayor esfuerzo organizativo para el asesinato masivo estuvo dirigido a los judíos, porque el antisemitismo formaba parte del corazón mismo del nazismo, como dos caras de la misma moneda. La conferencia de Wannsee, el 20 de enero de 1942, durante la que se organizó el exterminio masivo, estaba dedicada solamente a los judíos”.

Cada año, el 2 de agosto se conmemora el Día del recuerdo del genocidio gitano, recordando el asesinato en la noche del 2 al 3 de 1944 de unos 4300 gitanos en la cámara de gas. En este caso, las muestras de solidaridad no suelen emplearse para afirmar que durante el Porraimos fueron asesinados gitanos, polacos, opositores políticos, etc… No sirve para diluir víctimas ni para llevar agua a su propio molino. ¿Será tal vez por eso que esa fecha suele pasar inadvertida en el calendario de las grandes declaraciones mediáticas? Pero el Holocausto sí. Del Holocausto parece que se puede apropiar cualquiera.

Esta desmemoria disfrazada de solemnidad es lamentablemente la nueva línea reinante, no sólo en los extremos. Les propongo ejercicio de leer los artículos que hoy se dediquen a Auschwitz y el Holocausto, y recopilar aquellos en los que se omita la palabra “judío”, o bien se esconda la especificidad antisemita del Holocausto, diluyendo a las víctimas judías entre múltiples identidades.

Del Holocausto parece que se puede apropiar cualquiera

En el colmo de la ignorancia, hace unos años, la revista Muy Interesante ofrecía a sus lectores el artículo “Auschwitz, escenario del Holocausto” en el que mencionaban una lista de más de diez identidades para las que Auschwitz estaba destinado. Cerraban el catálogo “judíos, gitanos y negros”. Más allá de incluir a los “negros”, que si bien fueron perseguido no sufrieron una eliminación sistemática, llama la atención que los dos pueblos que fueron víctimas del genocidio, se sitúen a la cola, detrás, entre otros, de criminales o sacerdotes.

Probablemente se haya llegado a este punto, con el beneplácito oficioso de las organizaciones que deberían salvaguardar la memoria, porque en el fondo todos sospechamos que nadie va a conmemorar sólo judíos muertos. Hay que lograr que otros se sientan afectados, porque entendemos que si no entra la pequeñez narcisista, poca empatía se podrá lograr.

Efectivamente hubo múltiples colectivos perseguidos, torturados, vejados y asesinados por el nazismo, pero el Holocausto fue el Holocausto. Como escribió Dana Horn en The Atlantic, “Auschwitz no es una metáfora”, no es “como si el asesinato de millones de personas fuera en realidad un juego moral, una calcomanía, una metáfora. No quiero que mis hijos sean la metáfora de otra persona”.

¿Queremos recordar? Bien. En ese caso, comprendamos primero de qué hablamos. Miremos seguidas las 9 horas de Shoah de Claude Lanzmann, leamos aburridos libros al respecto, confrontémonos a los hechos sin adulterarlos para que sean más digeribles o apetitosos, ni los metamos con calzador en nuestra necesidad ideológica de turno. Porque memoria tergiversada no es memoria. Recordar con frases frívolas, lugares comunes y con total falta de conocimiento no es recordar, es acariciarse el propio ego.