Ramon e Higini Cierco: el dinero del delito y de la mafia

Nunca será lo mismo. Ramon e Higini Cierco, próceres de segunda generación con el aliento de los contrabandistas pegado en la cerviz, se han pasado. Dar cobijo a los maletines de las tríadas chinas y al clan de Sinaloa es un exceso. A los tragabuñuelos (los que filtran maletines) de BPA les ha caído la del pulpo. El parapeto pirenaico de las clases acomodadas de Cataluña ha dejado de ser un buen refugio.

Divisa y Guardia civil, dos condiciones que definen un país (Josep Pla), se han separado en el banco que protege al delito y a la mafia. Pero hay más; porque, sin ser lo mismo, los dineros de la independencia también duermen en el paraíso. Algunas de las fortunas que no reparan en gastos a la hora de ayudar a los políticos comprometidos con el proceso se arraciman en las oficinas de la Avenida Meritxell de Andorra la Vella. Los más desentendidos son los más comprometidos. De eso quiso hablar con tanta urgencia Mariano Rajoy con el Cap de Govern, Antoni Martí, pocas horas antes del estallido.

Ramón Cierco llamó a la puerta de Sandro Rosell (otro escurridizo pirenaico) y entró en la junta del Barça después de ponerle un pisito al ex presidente: un local en la calle París de Barcelona, como sede de la campaña electoral del club de futbol. Su vinculación al dimitido se produjo a través de Comptages SL, una sociedad en la que participaba Rosell y que tramitó la solicitud de residencia en Andorra a Ricardo Texeira, ex presidente de la Confederación de Fútbol de Brasil.

En 2012, Texeira, acusado de irregularidades en algunos amistosos de la selección canarinha, habría depositado 4,9 millones de euros en una cuenta de la BPA gracias a la gestión de Cierco.

Hermanos Cierco

El Tesoro entra en Andorra como lo haría un sheriff en un pueblo del middle west. Hombres de pelo cepillo, tirantes y traje negro dan el golpe que no se atreven a dar en Luxemburgo, Suiza, Singapur, Hong Kong, Bahamas o Islas Caimán, los «seis paraísos intocables», en la lista del Departamento de Estado. La City de Londres, las Holding holandesas, Uruguay o Delaware, las grandes antesalas del blanqueo, trabajan solo con los «seis intocables». Andorra no está en el mapa; no tiene cinturón de seguridad, como tampoco lo tienen Liechtenstein o Gibraltar, la Roca cutre.

Cuando el Tesoro pone coto, las familias andorranas pata negra, -los Reig, Ribas, Mora o Cerqueda- no lo dudan: entregan al patito feo, Ramon e Higini Cierco, dos emprendedores de segunda generación nacidos en Andorra con estudios en la Universitat Oberta e inevitable Pade en el IESE. Gracias a su encaje barcelonés, Ramon e Higini siempre tendrán un cabo a mano; pertenecen a la endogamia en tanto que primos de Higini y Salvador Clotas Cierco, dos miembros de la nobleza política catalana. En fin, son más del Paseig de Gracia que del norte ventoso y nevado.

No les faltará de nada, pero les sobrará la sombra de BPA, un banco que quiso ser la réplica latina del HSBC. En realidad, son hijos asilvestrados de la montaña, como sus antecesores, mulas de paso pirenaico para los judíos perseguidos por Hitler y refugiados en Andorra. En Los Senderos de la libertad, Eduardo Pons Prades cuenta la historia de un superviviente de la ocupación nazi que conoció en París; un señorito de tallo fino, con bigote, periodista, trajeado, algo amanerado y con un francés macarrónico: César González Ruano. Por su parte, Rosa Sala Rose y Plàcid Garcia-Planas, en El marqués y la esvástica (Anagrama), hablan del maestro del artículo corto, colaboracionista de Vichy, anarquista de derechas y alimento espiritual de Paco Umbral, que contaba sin cuento la vida del Principado y la cacería del maquis. Todo se ancla en los tiempos de las fortunas andorranas amasadas en el contrabando de askenazis o pillado en sus alacenas.

Ya se sabe, todo paso de montaña fronterizo es un compendio de mitos y verdades. Sea como sea, la Andorra que conoció Ruano tiene que ver con aquella Tánger, ideológicamente opuesta pero atmosféricamente idéntica, del exiliado Haro Tecglen del diario Le Matín. Y, mira por dónde, en Andorra y en Tánger hicieron el agosto Florenci Pujol, el abuelo de la herencia que disfrutan los hijos del ex president, y su socio David Tanenbaum, sefardí, a pesar del apellido. Donde no hay impuestos ni nacionalidades, bulle el romanticismo, pero también se cuece la trampa. Sea en la Casablanca del Café de Rick o en el Pas de la Casa.

Los paraísos menores son pasto de la codicia. Mónaco, la Roca principesca -con Ranieri al fin en cuartos de la Champions- no pinta nada desde que Giscard d’Estaing le puso la proa. Desde entonces, la BNP y el Indosuez han querido hacerse un sitio en Andorra sin conseguirlo; y hoy se frotan las manos. Se han evitado los maletines de Ramon Cierco y de su consejero delegado, Joan Pau Miquel, que retiró sus fondos antes de la intervención. Los Cierco hegemonizan lo mercantil -dueños de Hoteles Plaza, Indústries Muntanya o Petrolis Principat- y sientan reales en los bienes raíces. Y es que, como dicen sus socios de la vertiente francesa, Ramon c’est un cadre o al menos eso pone en su tarjeta de visita: diplomado en la École Cadres de Lausanne. Menudo él; ahora solo lo defiende Jaume Bartumeu, abogado y padre de la actual Constitución andorrana. Ramon fue consejero de Cultura del Comú de Andorra, presidente de la Cámara de Comercio y miembro del consejo universitario de la Universidad pirenaica.

Cada vez que cae un patricio andorrano, la fachada del Pirineo se corrompe un poco. Y el vendaval del delito desvía los fondos opacos hacia las vertientes helvéticas.