Rajoy y Sánchez, eviten el ‘mal holandés’
A cinco días de las elecciones generales más decisivas desde la transición. El debate entre Pedro Sánchez y Mariano Rajoy centra ahora todo el debate político. Los socialistas creen que el partido no se ha acabado, y que tienen opciones, por lo menos, de acercarse al PP. Todo está abierto.
Los dos, sin embargo, aunque con enfoques claramente distintos, no acabaron de disipar todas las dudas que presenta España en estos momentos. Tampoco lo está haciendo Albert Rivera –aunque hay que decir que lo intenta con algunas propuestas interesantes– ni Pablo Iglesias.
Y es que el peligro se llama ‘mal holandés’. Se podría tratar de una excentricidad, pero es muy real. Vayamos al caso. En 1959, como recuerda el economista Miquel Puig, Holanda descubrió en el mar del Norte, un enorme depósito de gas natural. La explotación llegó en los años setenta. Y coincidió con la subida del precio del petróleo. El precio del gas también se disparó.
De la noche a la mañana, Holanda pasó de ser importador a exportador de hidrocarburos. Ocurrió, sin embargo, que la industria manufacturera se vino abajo. Si la balanza de pagos era positiva, gracias a los hidrocarburos, con el florín holandés subido por las nubes, esa misma moneda fuerte impedía las exportaciones de la industria. Como ocurre en tantas ocasiones, The Economist le puso nombre al fenómeno: Dutch Desease, mal holandés.
En España el producto que se ha explotado, en tantas ocasiones, es el turismo, y la construcción, asociada al turismo, y, por tanto, concentrada en algunas comunidades autónomas. Es lo más fácil. Necesita mucha mano de obra. Algunos empresarios vieron el filón, y vendieron sus empresas industriales para dedicarse a la promoción inmobiliaria. Dinero rápido. Pero otros no. También porque la geografía no lo permitía: País Vasco frente a Baleares, por ejemplo.
Ahora, Mariano Rajoy destaca que se han creado miles de puestos de trabajo en los últimos meses. Y que España crece, a diferencia de cuando llegó a La Moncloa en 2011. Pero los datos son tozudos. Y existe una realidad que no se ha abordado en la campaña electoral, aunque Pedro Sánchez sí lo sacó a colación en el debate.
En noviembre de 2011 había 17,25 millones de cotizantes en la Seguridad Social. Con datos de septiembre-octubre de 2015 esa cifra es casi la misma: 17,20 millones. Lo que ocurre es que esa misma cantidad de trabajadores cotizan menos, porque sus salarios han disminuido. Hasta octubre, la Seguridad Social tenía un déficit de 5.291 millones. Los gastos, en cambio, han aumentado en un 2,4%. ¿Qué ocurre? Que se necesita o bien varios millones más de cotizantes –no llegarán de la noche al día– o trabajadores con sueldos mucho más altos que cotizen más.
El mal holandés acecha a España, que no puede crecer con bajos salarios y con los sectores productivos de siempre. Los dirigentes políticos deberían diagnosticar mejor, dejar de lanzarse pullas, y afrontar ésto con claridad. Por ejemplo, ¿Rajoy, que destacó que hay más turistas que nunca –lo que evocó a Fraga– se ha referido a la necesidad de que el turismo no se venda tan barato?