Rajoy y De Guindos, ¿contra Merkel?

Las críticas a la política económica del Gobierno del PP en los últimos años han sido contradictorias. Esos reproches, desde la izquierda, se han basado en la supuesta línea de Mariano Rajoy y de su ministro de Economía, Luis de Guindos, a favor de la cancillera Angela Merkel, y de las políticas de austeridad dictadas por una Comisión Europea muy influida por la ortodoxia alemana. Sin embargo, al mismo tiempo, y aquí se añadían los economistas más identificados con la necesidad de desendeudarse con celeridad, se ha criticado al Gobierno por no no cumplir con los objetivos de déficit que marcaba Bruselas. Y claro, las dos pullas a la vez no responden a un discurso coherente.

Esos reproches demuestran que se ha impuesto la bronca política y la necesidad de acabar con el adversario político antes que analizar aquello que puede ser común, aquel terreno de juego en el que se podría avanzar conjuntamente. En la mayoría de pronunciamientos públicos de Rajoy –en las jornadas de Sitges que organiza cada año el Círculo de Economía, por ejemplo—y también del ministro De Guindos, el lamento que dejan caer es que la política monetaria que ha marcado el Banco Central Europeo, con Mario Draghi al frente, ha sido muy positiva, pero que haría falta algo más, que ésta ha llegado al límite, y que se debería contar con una política fiscal expansiva, y que ésta debería ser más importante por parte de aquellos estados europeos que se lo puedan permitir, para ayudar al conjunto de la zona euro.

Los dos están pensando en Alemania. Lo dicen, tal vez con la boca pequeña, pero no hay duda de que el equipo económico del Gobierno tiene esa cuestión clara desde los dos últimos años, por lo menos. Junto a ellos, también se ha pronunciado de forma reiterada el ya ex ministro de Exteriores José Manuel García-Margallo.

Europa no está salvada. La zona euro puede sufrir todavía convulsiones notables en el próximo año, cuando se acabe concretando las condiciones del Brexit, y con elecciones en Francia y Alemania que incrementan la incertidumbre política.

En esa situación, los países del norte de Europa, con Alemania a la cabeza, no quieren saber nada de un plan de la Comisión Europea –ahora ya sí—para apostar, precisamente por la política fiscal, que supondría medio punto del PIB de la zona euro. El eurogrupo, muy mediatizado por Alemania, ha dejado a la Comisión Europea en un brete. Y De Guindos, como constató este domingo en una entrevista en El País, está de acuerdo en ese plan de Bruselas, aunque entiende que Alemania pida responsabilidades de todos antes de compartir riesgos.

Es decir, a menos que el ministro de Economía español diga una cosa en España y otra muy distinta cuando se entrevista con el ministro alemán de finanzas, Wolfgang Schäuble, la posición de España no es la de Alemania. No se puede decir que el Gobierno del PP aplauda a Merkel, que esté contento a rabiar por las políticas de austeridad de Bruselas.

España, eso sí, no ha sabido influir en el seno de la Unión Europea, y, menos, en la eurozona. Pero es el momento de que, como mínimo, lo intente. Y, a pesar de las dificultades de posibles socios como Francia o Italia,  busque cómo darle la vuelta a la situación, amparándose en que expertos, políticos y responsables como el propio Draghi, gritan ya a la desesperada de que ha llegado el momento de la política fiscal.