Rajoy, ‘Viaje con nosotros’

Apenas quedan diez días para la hora de la verdad. Esta semana, como plato estrella de la campaña electoral, el debate de los cuatro candidatos nos ha dejado una lección importante: ten cuidado con lo que deseas.

Los mismos que el lunes cambiábamos de canal aburridos y decepcionados, reclamábamos hace no mucho que se acabara el bipartidismo. Y era cierto que esa carrera de relevos entre PP y PSOE terminó por ser un camino viciado en el que las medidas adoptadas por unos y otros no eran tan diferentes. Finalmente, la solidez de las políticas dependía más de la mayor o menor torpeza del candidato, de su habilidad para elegir compañeros de equipo, que del partido político concreto que gobernara.

De repente, el PSOE podía tomar medidas económicas liberales si eso le proporcionaba el triunfo de ser el partido que gobernaba cuando entramos en la Unión Europea y salir en la foto; o el PP reclamaba, en el Congreso de los Diputados, ser el partido más «social» de todos si con ello minaban a un gobierno socialista debilitado. Aunque luego subieran los impuestos treinta veces en un año.

Así que la aparición de nuevos partidos supuso un deseo cumplido, la pluralidad implicaría una permanente vigilancia de unos a otros, estimularía un mejor comportamiento, frenaría la escalada demagógica, la mentira permanente y la corrupción impune.

Pero visto lo visto, parece que ese deseo cumplido ha tenido efectos contrarios a los esperados: más demagogia, más mentiras, menos sustancia. Y de esa manera, las propuestas económicas de los cuatro partidos trae a mi memoria la canción popularizada por Javier Gurruchaga y la Orquesta Mondragón hace muchos años, Viaje con nosotros.

La idea de la canción era emprender un viaje absurdo, onírico, en el que todo era divertido, y las cosas más fantásticas podían suceder: usted podrá tener a Marlenne y Tarzán, los dragones se echarán en sus brazos, decían… usted, sobre todo, siéntese, mire y disfrute. No hay que olvidar que Gurruchaga se disfrazaba de jefe de pista de circo. Pues eso es lo que yo vi en el debate a cuatro: un circo.

Ningún programa económico de cada uno de los partidos me parece realista. Entiendo que las malas noticias no venden en política, que predicar templanza, moderación, cuidado, es menos atractivo que el «viaje con nosotros si quiere gozar».

Pero la realidad lo que nos dice es que tenemos una factura energética muy desfavorable, que nuestro sistema productivo sigue siendo incapaz de absorber el desempleo que nos azota, que nuestras exportaciones no son suficientes para levantar la economía, que el sector público es fuertemente deficitario, y que una de nuestras principales debilidades económicas es, como desde hace siglos, la dependencia exterior.

Y eso no quiere decir que haya que predicar la autarquía, sino la promoción de la formación de capital propio, inversión española, ahorro español. Tiene que haber ricos. ¿No queremos ricos propios? De acuerdo, entonces seamos conscientes de que necesitaremos ricos ajenos, capital extranjero que invierta y reactive la economía. Y para que eso suceda tendríamos que ser atractivos.

¿Tampoco queremos a los ricos de fuera? Muy bien, entonces tenemos que saber que, como el sector público no puede mantener todo el edificio, serán nuestros hombros, y los hombros de los cotizantes menos favorecidos los que lo traten de hacer; y no llegaremos a nada si no renunciamos al crecimiento, al bienestar, al desarrollo del que disfrutamos. O ricos o regresión.

No veo a ningún responsable de economía sacando los números de verdad, sentándose con los demás responsables de economía de los otros partidos para ajustar la deuda, para pactar políticas que no desestabilicen la economía, poniendo por delante el interés económico de los ciudadanos al interés político de los partidos. No lo veo.

Todos sacan a pasear las miserias de los autónomos para ganar sus votos, pero proponen medidas muy cobardicas para dejarles trabajar en paz. Y así todo.

Lo que les diferencia es la nula credibilidad de PP y PSOE, la «patada constitucional» con que la banda de Iglesias amenaza, y la incertidumbre que genera Rivera que, a falta de historial, solo tiene palabras para sostener su proyecto nacional. A nivel autonómico y local todos, sin excepción, tienen mucho que callar.

Si de lo que se trata es de elegir, yo haría caso a Gurruchaga y me quedaría especialmente con Tarzán, que consume muy poco y tiene a la naturaleza de su parte. Un hombre de pocas palabras y mucho poder de convocatoria con solo dar una voz. Tarzán for president.