Rajoy, ¿tras los pasos de Mas?

En los medios de comunicación hemos aprendido hace mucho tiempo –aunque de vez en cuando se cae en el error– que las declaraciones públicas de los dirigentes políticos tienen muchos destinatarios, y que, en realidad, actuarán en sentido contrario a lo manifestado.

Pero la insistencia de Pedro Sánchez, una y otra vez, deja claro que el PSOE no facilitará la investidura de Mariano Rajoy. Al menos, el PSOE de Pedro Sánchez. Como ocurrió con la CUP en el parlamento catalán, las posiciones de partida se podrían mantener.

Artur Mas no fue reelegido, aunque la dirección de Convergència lo considerara seguro en la noche electoral del 27 de septiembre. Por ello, Mariano Rajoy ha comenzado a asegurar que se puede dar por descartada la gran coalición.

Como cuestión colateral, se debe recordar lo que pasó en el parlamento andaluz. La candidata del PSOE, Susana Díaz, ganó las elecciones, pero el PP no quiso facilitar su investidura. En ningún caso, aunque hubo dudas en Madrid y en las sedes provinciales andaluzas del PP. No se quiso investir a Díaz, al entender que representaba un proyecto diametralmente opuesto al socialista.

Y la ahora presidenta andaluza recurrió, tras algunos disgustos, al voto del grupo parlamentario de Ciudadanos. Eso es un precedente del que Rajoy no habla ahora.

El líder del PP ha tenido suerte. Su estrategia de esperar, sin atender lo que ocurría en Cataluña, y con el haber de la reforma laboral, más la ayuda vital del Banco Central Europeo, ha ido gobernando. España crece en estos momentos, a un ritmo no menor, pero con un modelo productivo que no ha mejorado, y con una mayor desigualdad. Y hasta aquí, tal vez, ha podido llegar.

Las negociaciones comienzan ahora. Las de verdad. A medida que pasen los días, y después de la votación de la investidura de Rajoy, –todo apunta a que no será reelegido ni en primera ni en segunda vuelta– se iniciará la cuenta atrás de dos meses. Cuando se acerque esa fecha, que obligará a convocar nuevas elecciones, la dirección del PP deberá tomar una decisión, o busca a una figura del partido, o un independiente para facilitar un gran acuerdo con el PSOE y Ciudadanos, o prefiere ir a unas nuevas elecciones, que, aparentemente, nadie quiere.

Mas se ha ido contento, –en realidad, sigue muy enfadado– porque ha comprado tiempo para su partido, y no hay mal que por bien no venga. Rajoy podría probar esa misma suerte. Otra cosa, por ahora, no se atisba. Ni la alternativa de Sánchez, con un sinfín de fuerzas políticas dispares, ni otras elecciones, que, realmente, no convienen al conjunto de España.