Rajoy se escuda en Podemos

Es difícil sustraerse de la mística instalada con la final de Milán. Temo por el Real Madrid. He leído que Mariano Rajoy se decanta por el equipo blanco. Y sostengo que Mariano Rajoy ha inaugurado una etapa de gafe total. En unas horas sabré si estoy en lo cierto. No hay nada como dejar pasar el tiempo para saber si se tiene razón.

Mis preocupaciones de sábado se completan con la lesión de muñeca de Rafael Nadal. Estaba ilusionado y esperanzado con una nueva victoria en Roland Garros. Tendré que esperar otro año, pero he aprendido a ser paciente.

Escribo desde Polonia. Muy lejos de la campaña electoral española. No les va mal fuera del Euro. Modernización del país que fue comunista, pero sin aspavientos. La vida es más barata, los sueldos más bajos. Creo que les salen las cuentas. El único problema grave es la deriva nacionalista y ultracatólica del gobierno conservador. Extraño mis paseos por Chueca. Me encuentro un poco huérfano sin mis sondeos personales. En Polonia no hay mucho interés en la política española. Somos un poco raros para ellos, pero no lo suficiente para suscitar interés.

A falta de otros asuntos, Venezuela ha ocupado el epicentro de la campaña electoral. Lo adelantamos hace unos días. Es uno de los talones de Aquiles de Podemos. Evidencia la absoluta falta de autonomía de Podemos con el régimen de Maduro. Son esclavos del dinero recibido.

Lo primero que habría que contextualizar es la naturaleza del régimen de Nicolás Maduro. No se puede clasificar técnicamente como una dictadura. Está en el borde de constituirse como un «estado fallido» amenazado por una tentación autoritaria que pretende identificar los intereses de un régimen con la patria misma.

Nicolás Maduro intenta ignorar que ya no tiene mayoría en la Asamblea Nacional y ningunea el legislativo.

Venezuela es sobre todo la demostración palmaria del fracaso de un modelo político y económico. Uno de los países con más recursos económico está sumido en el desabastecimiento de los productos más elementales. Pero su déficit más importante es la falta de independencia de la justicia y el encarcelamiento arbitrario de presos de conciencia o políticos.

Podemos no contesta ante la denuncia de connivencia con estas detenciones arbitrarias del régimen que les ha financiado. Utiliza argumentos tan peregrinos como que se trata de un país soberano con sus propias leyes. También lo es Corea del Norte. Y también han dicho los líderes de Podemos cosas más imperdonables, como que los detenidos son promotores de un golpe de Estado.

Hasta tan punto es relevante la situación de Venezuela en la campaña electoral que también es objeto de disputa entre Ciudadanos y el Partido Popular. Se acusan de oportunistas y de realizar acciones electoralistas, como si todo no fuera electoralismo.

La situación puede ser crítica en cualquier momento porque la inestabilidad en el país caribeño puede desencadenar en una catástrofe, sobre todo dado el estado de excepción decretado por Nicolás Maduro.

En cambio no se debate sobre las consecuencias del Brexit, la crisis de la Unión Europea o sobre nuestra política exterior. Mariano Rajoy se pone de perfil con el PSOE e intenta polarizar la situación con la campaña del miedo a Podemos. Será interesante conocer la letra pequeña de la presencia mediática de Podemos en televisiones que en principio debieran ser conservadoras. Se nota la mano negra de José Luis Rodríguez Zapatero y sus conexiones con periodistas que fueron de cabecera en sus gobiernos. También el PP se ha congratulado del deterioro que pueda sufrir el PSOE con el sorpasso. Mariano Rajoy, ahora, solo quiere debatir con todos los candidatos juntos; nada de nada de un mano a mano con Pedro Sánchez.

La polarización que pretende Rajoy también trata de ocultar sus fracasos económicos. La deuda nunca había sido tan alta desde 1909. Y hemos incumplido los objetivos del déficit. Ya no hablan de «herencia recibida» ni de logros económicos. Ahora el pim, pam, pum es con los ayuntamientos de Carmena y Colau, que amenazan con convertirse en la causa de todos los males de la economía.

Anochece en Varsovia y la temperatura es diez grados más alta que en Madrid. Intento conversar con mis amigos de la campaña española. Pero el fin de semana es demasiado delicioso como para estropearlo con asuntos para ellos tan extraños. Mañana vuelvo a España y se normalizará mi vida. O a lo mejor no. Quién sabe.