Rajoy sangra por la herida del debate

He salido a caminar por Chueca. Como muchos saben es un barrio del centro de Madrid, abrazado a la Gran Vía. Durante muchos años fue el refugio de la población gay. Hoy es su paraíso. La crisis ha interrumpido la evolución de Chueca que aspiraba, salvando todas las distancias, a Le Marais madrileño.

En la puerta del mercado de San Antón está instalado un puesto de propaganda de Podemos. El partido nuevo con escaparate antiguo. Me ha saludado amablemente el responsable del puesto que me ha conocido. Estaba ansioso por mi opinión.

Le he dicho lo mismo que escribo aquí. Muy complicado, muy abierto y muy imprevisible. Él, cincuentón avanzado, fue del PSOE, se pasó al 15M y está volcado con Podemos.

«Tenéis asegurado un buen resultado por la sencilla razón de que ahora no tenéis ningún escaño», le dije; le supo a poco. A su lado había un joven venezolano, estudiante en España. «Lo vuestro no está nada fácil», me atreví a decirle. «Creo que Maduro está liquidado».

Aquello se estaba convirtiendo en un debate y la gente que pasaba ponía el oído para escuchar la conversación. Me acordé que tenía que escribir este artículo y me despedí cortésmente. «No huyo, me retiro», precisé por las dudas.

Es la única referencia en el barrio de Chueca, que es mi barrio.

He escuchado la grabación de la entrevista que ha hecho esta mañana Pepa Bueno a Mariano Rajoy en la Cadena Ser. Con la política me pasa como con el fútbol. Tengo necesidad de que me repitan la jugada porque en directo nunca veo los fuera de juego. Creo que es muy interesante escucharla:

se le notaba cansado, harto de la campaña, con unas ganas enormes de tomar vacaciones o de pedir la jubilación. Naturalmente no ha contestado a nada. En modo plasma, el presidente insistía en hablar de «lo que les interesa a los españoles». Me ha parecido que no se ha recuperado del debate con Pedro Sánchez.

El debate ha dejado huella. Es por lo primero que me ha preguntado mi amigo de Podemos en el puesto de Chueca. Estoy convencido de que ha polarizado la campaña. Y esa es la mejor noticia para el PSOE. Incluso las terminales mediáticas del PP, dedicadas a la sublimación del ataque de Pedro Sánchez a Mariano Rajoy, están afianzando indirectamente esa polaridad.

El análisis que hace el equipo de campaña del PSOE es de prudente satisfacción. Me dicen que era el chute que necesitaban las bases del PSOE.

El candidato no va a sacar pecho con su actuación, pero se van a reafirmar en el sustrato de que la decencia es imprescindible en política para poder gobernar.  Enfatizan en que Podemos, que ha llamado a la casta de todo menos bonitos, está quedando en evidencia al escandalizarse por la trifulca.

Creo que en la actualidad lo más llamativo es el declive de la campaña de Ciudadanos. Ha hecho un órdago a la grande, a la chica, a los pares y al juego, al comprometerse a no pactar con el PP. Intenta achicar la idea de que van a apuntalar a Rajoy. La carta que les quedaría sería exigir un nuevo candidato del PP a la investidura.

Este jueves no hay encuestas, sólo sensaciones y siempre están tamizadas por las emociones y por los instintos. Empiezo a pensar que va a haber sorpresas. Y que la noche del domingo va a ser intensa. Hará falta recurrir a la experiencia para ser enormemente prudente con las primeras encuestas y esperar a la cascada de votos reales en las terminales informáticas.

Me confiesan que los partidos preparan tres modelos de discursos para la primera comparecencia del domingo. No hay caballos favoritos. Lo que está claro es que quienes se juegan su supervivencia son Mariano Rajoy y Pedro Sánchez. El tono bajo de Rajoy, malherido por el debate, es su peor enemigo en el final de la campaña. Esta España sí va en serio.