Rajoy quiso y quiere unas terceras elecciones

El bien del conjunto o lo mejor para los intereses partidistas. Los partidos políticos siempre deben conjugar esas dos cuestiones, que, en la mayoría de casos, no van unidas. La idea de ‘partido’ ya es indicativa, pero no podemos cerrar los ojos y pensar que eso no existe, que no hay intereses. Claro que los hay. Y Mariano Rajoy lo sabe perfectamente. Aunque sigue siendo el que tiene más posibilidades de gobernar, porque como se ha repetido ganó las elecciones y en las últimas sumó más votos y escaños, Rajoy ha llegado a una situación insostenible, que deja a España en muy mal lugar, le pese o no a los dirigentes del PP.

Es muy difícil de explicar que, tras firmar unos acuerdos con un partido político como Ciudadanos, el único que ha sido capaz de pactar con el PP en los últimos años, y que obliga al PP a cesar a los cargos imputados, Rajoy no pueda, o no sepa hacer ver a Rita Barberá que debe abandonar el Senado. Aunque sea senadora autonómica por las Cortes Valencianas, y el parlamento regional la pueda revocar, era cosa de Rajoy y de ella misma dejar su acta en el mismo día de ayer, aunque Ciudadanos diga que ya es suficiente que abandone el partido. 

Pero se puede considerar otra idea. Y es que Rajoy quiere rectificar, pero un poco, no lo bastante. Así el resto de fuerzas políticas no tendrán ningún interés en facilitarle la investidura. Perfecto. Vamos a terceras elecciones, y ya veréis: el PP tendrá más apoyos, y con 150 o 155 escaños a ver quién es el guapo que me impide gobernar.

¿Perverso? Los dirigentes políticos con muchos años de experiencia, y Rajoy lo es, saben cuando deben acelerar y cuando adormecer la situación. Y, principalmente, les pasa una cosa, y es que pierden perspectiva, y creen que, defendiendo sus propios intereses, defienden los intereses generales. A veces no es mala fe. Se lo creen.

Porque, y según todos los dirigentes consultados en las últimas semanas, ¿qué ha querido negociar Mariano Rajoy con el PSOE para lograr una investidura? Prácticamente nada. Los contactos han sido escasos, ni las segundas ni las terceras líneas de los dos partidos. Nunca se ha planteado en serio. No ha habido una voluntad de ninguno de los dos partidos. Pero, en casos como éste, el interesado, Mariano Rajoy, se ha movido muy poco, por no decir nada.

Entonces, ¿qué quería Rajoy? Ir avanzando, erosionando al resto. Esperar y hacer ver que no hay ninguna otra posibilidad. Y en eso último ha tenido razón, porque ni el PSOE ni Podemos, ni los partidos nacionalistas han tejido nada viable ni nada razonable.

La perversidad llega cuando nos acercamos al PSOE. Si los socialistas no se abstienen, –tuvieron su momento para abstenerse a cambio del sacrificio de Rajoy– todo conducirá a unas terceras eleciones que, por diversas razones –la más importante es la falta de una alternativa en España con cara y ojos– beneficiarán al PP.

Para truncar los deseos de Rajoy –c’est la vie– el PSOE tiene la opción de la abstención. Porque las quería y las quiere ahora. Rajoy sólo piensa en otras elecciones, diga lo que diga.