Rajoy, ¡no es la Eurocopa presidente!
Mariano Rajoy ha ganado toda la legitimidad para ser, de nuevo, presidente del Gobierno. Deberá lograr, sin embargo, la confianza de los otros grupos políticos, los que elija para garantizar la gobernabilidad. Es cierto que la campaña electoral, dirigida por Jorge Moragas, ha estado bien orientada y que la idea de generar temor, al considerar como alternativa a Podemos, le ha posibilitado al PP atraer buena parte del voto útil, de la «mayoría moderada», de la que hablaba Rajoy días antes de las elecciones.
El PP es el único ganador del 26J, con 14 diputados más. Ha ganado en todas las comunidades autónomas, salvo en el País Vasco y Cataluña. Pero no hay que perder de vista que la ventaja de Mariano Rajoy es que delante no ha tenido ningún proyecto político sólido, creíble, que pudiera ser una alternativa real.
El PSOE arrastra sus problemas internos, seguramente desde que eligió, por sólo 22 votos de diferencia frente a Carme Chacón, a Alfredo Pérez Rubalcaba como secretario general, y candidato para las elecciones de 2011. Representaba Rubalcaba, un buen político, un pasado que ya no podía conectar con las generaciones más jóvenes precarizadas en el mundo laboral. Y acabó surgiendo una movilización social, que se plasmó, finalmente, en Podemos.
El caso es que Mariano Rajoy ha ganado, pero sólo con 137 diputados. En otras circunstancias, el PSOE estaría por delante, con unos 150 diputados, tras descontar de Podemos una docena de escaños que podría tener Izquierda Unida. Pero la realidad es la que es, y Podemos, pese a su fracaso, existe y cuenta con 71 diputados.
Ahora bien, el problema que comienza a ser incuestionable es que la política no se puede reducir a un partido de fútbol. Y en eso ha caído en los últimos años. El fervor deportivo se traslada a la contienda política, y a ello ha contribuido la proliferación de espacios audiovisuales, que, además de informar, tienen un claro objetivo comercial, como cualquier empresa.
Hasta el extremo que Rajoy salió en la sede del PP en la calle Génova de Madrid, para festejar el triunfo, como si fuera Iniesta, con los cánticos extraños de la militancia: «Español, español, yo soy español», que es lo que ha jaleado la afición de España en la Eurocopa de París, y ha festejado en los últimos años de triunfos de la selección.
La frase es demoledora. ¿Qué quiere decir? ¿A quién va dirigida? ¿Es producto de esa asimilación con el fútbol, o hay algo más?
Se puede entender que era el grito de los militantes y electores del PP para decir de forma clara que Rajoy había parado a Podemos y a la posibilidad de celebrar un referéndum en Cataluña, que era una de las propuestas de Pablo Iglesias. Pero la dirección del PP debería ya hacer un esfuerzo para desterrar esas cosas. O sólo son ellos los españoles, y están legitimando el proyecto independentista, o caen en un error enorme, que sólo se podría disculpar por esa contaminación deportiva.
El PP debe gobernar. Ha ganado las elecciones de forma clara respecto al resto de adversarios. Pero en algún momento debería plantearse su estrategia en Cataluña, donde es la quinta fuerza política. Un partido que gobierna España, ¿puede ser quinto en un territorio que considera español –y que es español– y que representa el 19% del PIB?
¿Pensará ahora Rajoy y el PP en Cataluña?