Rajoy, la economía y el sentido común
Dice el presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, que el próximo año será mejor. Sucederá así, prosigue, por las medidas que ha adoptado en 2013, se refiere a las reformas en varios frentes que se han aplicado.
Los gobernantes están obligados a estimular con optimismo los entornos en los que han sido escogidos. Como dice Felipe González en su libro sobre el liderazgo, deben hacerlo sin excesos, puesto que una cosa es colaborar a crear un clima positivo y otra muy distinta es el optimismo irracional, de vendedor de crece pelo, que lleva a la frustración colectiva cuando es incierto. No lo dice el ex presidente, pero ese sería el caso de José Luis Rodríguez Zapatero y su negación de la crisis y su optimismo, como él lo proclamaba, antropológico.
Sería de desear que los deseos de Rajoy se cumplieran. La sociedad española en su conjunto está necesitada de sensaciones de brío que equilibren las inmersiones en drama y realidad vividas en estos últimos años de crisis. Si la economía mejora algo, aunque sea poco, podremos decir que lo peor de la peor crisis económica que recordamos se queda atrás.
En economía hay una parte objetiva y objetivable. Los expertos pueden medirlo casi todo, y en los tiempos de la tecnología y la vida digital aún es más evidente. Luego existe una parte de la economía que tiene mucho más que ver con la percepción de los ciudadanos consumidores, los ciudadanos empresarios y los ciudadanos que conforman los llamados mercados. Es el ámbito subjetivo, el clima económico, empresarial, laboral, de consumo…
Puede que las mejorías a las que se refiere Rajoy tengan más que ver con lo mesurable que con la parte de las sensaciones. En ese segundo segmento todavía hay mucho camino por recorrer. Pero los gobernantes no sólo deben aparecer ante la opinión pública con arengas para estimular sus percepciones. Es más efectivo que gobiernen, que se les vea aplicar la política como corresponde, sin actuaciones de supervivencia en el poder, con ánimo de regeneración, sin involuciones como la del aborto, y con mano firme ante la corrupción.
Comprobar que alguien tiene la capacidad de desarrollar esas actitudes es harto estimulante para los gobernados y para la economía. Más que el España va bien o cualquier otra de las proclamas que estos días abundan en la Catalunya que debate sobre el soberanismo, el buen gobernar crea mejor clima. Hace falta, porque nuestro tejido productivo anda escaso. Y eso es malo para la inversión, para el consumo, para la contratación, para inventar… Por tanto, y si son consecuentes, mejor que se apliquen a gobernar y que el 2014 mejorado al que alude Rajoy sea más que un desiderátum, si acaso el resultado objetivo del regreso del sentido común a la política.