Rajoy, en modo Tutankamón, ganará sin hacer nada
Estoy esperando el instante en que el gong anuncie el final de esta pelea. No ha ganado nadie ni a los puntos. La imperfección y bisoñez de nuestra democracia es el retrato nítido de estos cuatro meses en lo que los líderes políticos lejos de sincerarse con sus electores, han ejercido un postureo agotador, un espectáculo entretenido si no fuera porque nos ha hecho perder el tiempo en un país que no está para la contemplación.
El rey no ha tenido tampoco mucho trabajo. Dos rondas de consultas, un proceso de investidura, despedida y cierre. No se ha desgastado porque ha estado impecable en su papel institucional. Naturalmente sus audiencias han sido relatadas sin que haya constancia de la mínima discreción por parte de sus interlocutores.
Pero el rey no es tonto y ha aprendido rápido a ser prudente. Termina la agonía de nuestro primer episodio político de toda nuestra historia democrática que conduce a una repetición de elecciones. ¡Agotador!
Primera conclusión: los partidos piden a los ciudadanos que cambien su voto, puesto que el resultado del 20D no ha conducido a ningún sitio. Los partidos son los mismos al igual que sus líderes.
Si los ciudadanos votaron responsablemente entonces, ¿qué haría suponer que a mismos candidatos voten a distintos partidos? Solo se me ocurre que este proceso fallido haya construido un nuevo retrato de los líderes que inciten a castigarles o premiar a un candidato distinto del que votaron.
Me temo que será difícil enamorarse de ninguno de los protagonistas de esta telenovela. Y digo bien, la televisión es el gran plató donde se ha rodado la farsa, y el público está saturado de una historia que no ha tenido final feliz.
Analicemos a los protagonistas y sus posibilidades.
El presidente en funciones está momificado. No veo diferencia entre el Palacio de La Moncloa y la tumba de Tutankamón. Salvo que todavía no le han aplicado a Rajoy la mortaja. Se entiende política, para los más sensibles.
Es un cadáver (político) en proceso de descomposición al que los suyos le van a aplicar las técnicas que se utilizaron con Lenin o con Evita Perón. Muchos de sus electores no querrán darse cuenta de estas circunstancias y volverán a votar a la momia envuelta en corrupción.
¿Por qué? Muy sencillo, España es un país mucho más de rechazos que de adhesiones. Se crítica mucho más de lo que se expresa adhesión. Odiar al contrario es más fácil que amar al próximo.
Hay españoles que antes se dejarían hacer una sangría que votar al PP. Probablemente, prejuicios construidos sobre alguna realidad. Y al mismo tiempo hay votantes del PP que ni sienten ni padecen la tentación de cambiar el voto, aunque fuera una vez.
Mariano Rajoy, o lo que queda de él, volverá a ofrecerse como remedio frente al abismo. Es su única carta. Es la razón por la que ha tenido cuatro meses de vacaciones pagadas como presidente en funciones. Parece que no ha sentido ni padecido; estaba esperando sencillamente la repetición de elecciones que estaba seguro que se iba a producir.
Es probable que la presumible abstención le beneficie. Hay un factor crítico en nuestro país: el peso de los bienpensantes. Es una especie conservadora incluso de lo que no tiene y no tendrá nunca. Es la huella indeleble que ha dejado el franquismo en una parte de nuestra población. Miedo al cambio, amarre a convicciones atávicas y un ADN de antisocialismo y anticomunismo difícil de mutar.
Pedro Sánchez ha terminado achicharrado por la sobreexposición mediática. Jugó bien los primeros sets. Subió a la red, arriesgó en voleas y jugó desde el fondo de la pista. Dos cosas se le han vuelto en contra. La primera, muchos se han quedado perplejos por su masoquismo ante los desprecios.
Es lo que en Cuba se llama «aguantón», un blando que se somete a las humillaciones con tal de conseguir su objetivo. Aunque a decir verdad Sánchez no ha cedido ante dos opciones que unos y otros daban por seguro terminaría haciendo: una gran coalición con el PP o un gobierno con Podemos esclavo de los independentistas.
Lo tiene complicado el PSOE en la campaña electoral. No veo un voto que pueda rascar por el centro derecha. Y el compromiso suscrito con Ciudadanos le deja cojo en su confrontación con la izquierda.
Podemos parece impermeable a sus propios dislates. En cualquier país europeo, las intervenciones de Pablo Iglesias en este proceso le harían perder muchos votos. Pero creo que un sector amplio de Podemos está tan entregado al jefe que le perdonan todos los disparates. La única duda es si la alianza con Izquierda Unida puede hacer desviar votos de esta formación hacia el PSOE.
El tema de la autodeterminación, que estuvo escondido en el 20D puede cobrar fuerza fuera de Euskadi y Cataluña. ¿Los votantes de Podemos son conscientes de lo que significa el derecho a decidir a la carta? ¿Es la admiración a Otegi compartida por los votantes de Izquierda Unida? Todavía no tengo respuestas.
Ciudadanos va a recibir ataques feroces del PP porque es el único nicho electoral del que puede recuperar votos Mariano Rajoy. La acusación está servida: haberse entregado al PSOE. La línea obligatoria de campaña de Albert Rivera es la apuesta por una derecha democrática, europea y que impulsa la regeneración democrática.
Es previsible que, al igual que sucedió en la campaña del 20D, Ciudadanos se escore a la derecha ante la amenaza de fuga de votos al PP.
Termina la agonía y empieza la pesadilla. Dos meses agotadores que pueden impulsar una abstención record. Armémonos de paciencia y sentémonos a esperar qué sale de este potaje.