Rajoy, el demiurgo del PP
Se frotan los ojos los dirigentes del PP. Lo que haga Mariano estará bien. No hay alternativas internas. No se cuestiona nada. Si el líder del PP ha logrado aguantar tanto, si se arriesgó y le salió bien tras el 20 de diciembre, ahora con más razón, tras alcanzar los 137 diputados. Por ello, se ha instalado una cierta tranquilidad en las filas populares, con la seguridad de que los socialistas no tendrán más remedio que facilitar la investidura de Mariano Rajoy.
La idea que se explica por parte de los dirigentes populares es que Rajoy aceptará el encargo del rey Felipe porque sabe que será elegido en la segunda votación. Si no lo tiene claro, «no aceptará ir al debate», se señala. Pero todo eso entra en el terreno que Rajoy quiere plantear. ¿Le dijo la verdad o no al secretario general de Coalición Canaria, José Miguel Barragán este martes, cuando éste aseguró que Rajoy le había dado garantías de que aceptará el encargo? Porque si es así, quiere decir que ya sabe con qué votos contará. Y eso no se conoce en absoluto.
Rajoy se ha convertido en un demiurgo. Existe un mito sobre Rajoy, y es que parece un funcionario que le tocó ejercer de político, cuando es exactamente lo contrario. Es un político y un negociador desde muy joven, y, además, es registrador de la propiedad, pero eso es completamente secundario en su vida profesional.
Lo que resulta doloroso para el sistema político español es que el PP, precisamente, sea tan rocoso. Es bueno que todos los países tengan dos o tres partidos políticos sólidos, en los que se pueda confiar, que sean alternativa de gobierno. Pero el PP ha logrado aglutinar a una parte de España que no quiere saber nada del resto de opciones. Dicho de otro modo, eso implica que nadie quiera pactar con el PP.
Rajoy ha decidido jugar al chantaje. No quiere ofrecer nada. Ha orillado por completo a Albert Rivera, porque los votos de Ciudadanos no completan ninguna mayoría con el PP. Sólo le interesa el PSOE, y la apuesta es de alto voltaje: o le permiten la investidura o habrá nuevas elecciones, una alternativa que nadie quiere, y los socialistas los primeros.
Porque, ¿qué otro camino quedaría? El PSOE y también Ciudadanos albergan una esperanza. Aunque saben que no pueden jugar más, que España necesita un gobierno, que las cosas se pondrán feas el próximo año con la exigencia de cumplir los objetivos de déficit que marca Bruselas, entienden que podrían colaborar con el PP pero sin Rajoy. Ello podría suceder si en primera y en segunda vuelta el líder del PP no fuera investido. A pesar del poder interno que tiene ahora Rajoy, en el PP habría movimientos para sugerir a Rajoy que debería dar un paso al lado.
Eso, en estos momentos, es inimaginable en el PP, porque no hay nadie que pueda reunir apoyos suficientes, sin desatar toda una lucha interna, para sustituir a Rajoy. Es el demiurgo del partido, el que les ha salvado. Sin embargo, y eso todavía no lo ha asumido el propio Rajoy, esa victoria electoral fue muy exigua, mejor que el 20 de diciembre, pero del todo insuficiente.
Si Rajoy quiere al PSOE de verdad, debería presentar un proyecto concreto para gobernar. En España todos pecamos de lo mismo, como ha advertido el politólogo Victor Lapuente. Se analiza cómo lograr una investidura, pero no para qué se quiere esa investidura, qué políticas concretas se desean impulsar, y para qué, por tanto, necesita el PP a los socialistas. ¿Para una reforma constitucional que no se salga de madre?
Rajoy ha logrado lo impensable para el PP tras estos años de crisis, repletos de casos de corrupción. Pero no lo puede todo. No es el demiurgo, precisamente, que precisa España, aunque puede contribuir a mejorar mucho la situación. O con un pacto con cara y ojos, o con su retirada.