¿Quo vadis, Sanidad?

El caso Innova ha golpeado con fuerza en el ámbito de la sanidad, y tendremos que esperar al final del proceso judicial para determinar si se han producido delitos. Lo cierto es que este asunto ha catalizado aún más el debate sobre la sanidad y las simplificaciones y maniqueísmos que se han instalado entre la opinión pública o publicada. Me gustaría aportar mi punto de vista sobre algunas cuestiones que arrojan luz sobre la complejidad del asunto.

1. La sociedad catalana, cuando el Estado del Bienestar no existía, ya sea mediante instituciones religiosas y municipales altruistas en la Edad Media, ya sea a partir del siglo XIX mediante iniciativas mutuales o directamente particulares, garantizó unos mínimos servicios sanitarios. Fueran éstos de pago o para los más necesitados.

2. El Estado español sentó las bases de la sanidad pública durante la etapa del Estado nacional-falangista, y la completó con la sanidad universal de la etapa de Ernest Lluch, ya en democracia. En aquel momento se generalizaron las inversiones para dotar a todos los territorios de sanidad universal.

3. El esfuerzo fue claramente asimétrico. Tal como ocurrió con el capital público escolar, Cataluña heredó una dotación de infraestructuras públicas sanitarias y escolares muy por debajo de la media del Estado en la etapa posfranquista. Las carencias en este terreno se habían cubierto hasta entonces con hospitales municipales, privados o de órdenes religiosas.  Cuando se ejecutó el traspaso de competencias con una dotación proporcional al valor de los bienes transferidos, en ningún caso se valoró el déficit histórico de capital público que arrastraba Cataluña con respecto al resto del Estado.

4. En este escenario, sólo había dos soluciones: o Cataluña eliminaba el déficit fiscal y era compensada con la deuda histórica con el Estado, o bien se construía un sistema mixto público-privado en el que toda la estructura asistencial, la mayoría sin afán de lucro (municipal o religiosa), pasaría a ser parte integrante del sistema público de sanidad catalana.

5. El autonomismo mayoritario (CIU-PSC-ICV) asumió esta segunda vía, ya que no quería un enfrentamiento radical con el Estado, y se sometió a un lamentable modelo de financiación autonómica. No obstante, dadas las circunstancias, el modelo público-privado bien gestionado podría ser, como en general lo ha sido hasta ahora, mucho más eficiente que el sistema totalmente funcionarial que opera en otros lugares del Estado. Y es que este aspecto es bien valorado por observadores externos. 

6. Llegados a este punto, no se puede confundir la presunta corrupción con el hecho de existir un sistema mixto. En ámbitos totalmente estatales como el ejército también hay corrupción, como se ha demostrado con las detenciones de dos tenientes coroneles esta semana. Lamentablemente, aún existe demasiada permisividad social frente a los aprovechados, y faltan mecanismos de transparencia en el entorno de lo público, sea totalmente estatal o público-privado.

7. La malversación delictiva de fondos públicos que se ha podido producir en la sanidad mixta tiene un impacto social tan negativo como el despilfarro de recursos en sistemas mayoritariamente públicos como los que existen en otras partes del Estado. Unos roban sin rubor, mientras otros roban en especie, despilfarrando o trabajando muy por debajo del salario que cobran. El resultado es el mismo: dinero público que no llega al bienestar del usuario.

8. Así las cosas, con un debate de fondo que no aborda varias dimensiones: medicina curativa y de urgencias frente a medicina familiar y preventiva. Medicalización generalizada de la sociedad frente a educación en la salud y alimentación. Medicina quirúrgica y química frente a medicinas naturalistas o de tradiciones orientales. Y, por último, delegación de la responsabilidad de la salud en el sistema público frente a corresponsabilización individual y comunitaria en sistemas tan autogestionados como sea posible.