Quizás no haya nadie de Unió

En Convergència ni tan siquiera una fase de tanto riesgo como la actual ha propiciado la formación de corrientes internas. Al contrario, el secesionismo, salvo algunas individualidades, se ha hecho unánime, al menos en términos públicos. No ha habido por ahora ningun desafío al liderazgo de Artur Mas hasta el punto de que se da por hecho que sería el candidato en caso de elecciones anticipadas.

En Unió es distinto: hay conatos de corriente interna contraria a Duran Lleida y, además, los miembros demócrata-cristianos en el ejecutivo de Artur Mas a veces parecen tener más fidelidad a Convergència que a Unió. No dan muestras de discrepar con la secesión.

Claro que en cualquier ejecutivo uno no puede ir a su aire y al margen del principio colegiado. pero una cosa es no manifestar explícitamente una disidencia y otra hablar demasiado cuando no haría falta, para así, al menos silenciosamente, manifestar discretamente la posición matizada de Unió por contraste con las tesis de Convergència.

Es el caso de la vicepresidenta Joana Ortega. ¿Cómo saber si sigue siendo de Unió, que no es figurante de primera fila en la Convergència ahora independentista y sin secretario general?

Si la postura de Duran Lleida es la de no aceptar una consulta que no esté en la legalidad, ¿porqué dice Joana Ortega que cuestionar la pregunta de la tan improbable consulta es algo totalmente indebido? Es más, mantiene que en el preciso instante en que se apruebe la ley catalana de consultas nada podrá desactivar la maquinaria para celebrar esa consulta.

 
Quizás Unió acabe dando una sorpresa desmarcándose del proceso soberanista.

No es que la vicepresidenta Joana Ortega entre en matices o maniobre entre ambigüedades. Al contrario, para esa consulta con escasas probabilidades de legalidad anuncia que estarán disponibles unas dos mil urnas y que se están preparando las papeletas que vayan a usarse.

¿Quo vadis Unió? Tal vez es que ya casi nadie es de Unió en Unió. La posibilidad de una discordancia con las tesis del secesionismo convergente es ahora mismo cero. Ni tan siquiera se ejerce el menor tacticismo. Unió solo se expresa como sombra de Convergència.

Eso genera interrogantes. Por ejemplo, ¿está Sánchez Llibre por esa labor de seguidismo? ¿Son todos los diputados autonómicos de Unió figuraciones clónicas de lo que diga Convergència? ¿Dónde están aquellos miembros de Unió que ocuparon escaños en la Carrera de San Jerónimo desde posiciones por completo opuestas a la idea de secesión?

Todo confluye hacia una pregunta de mayor cuantía. ¿En qué está Duran Lleida? Si está a la espera, ¿de qué? Puede ser argumentable no abrir una brecha en CiU hasta que se vea la propuesta de programa para las elecciones anticipadas. Sí, puede argumentarse, pero eso no justifica tanto silencio ni servidumbre a las imposiciones que ERC inflige a Artur Mas.

Quizás Unió acabe dando una sorpresa desmarcándose del proceso soberanista. Si ese es el propósito, una cierta ambivalencia expresiva sería más indicada que las aquiescencias de la vicepresidenta Joana Ortega. A veces decir las cosas solo a medias es una forma de decir todo lo contrario. En otros tiempos, eso formaba parte del estilo democristiano.