Quiñonero: “España no aguantará sin un diálogo cultural de fondo”

Quiñonero publica De la inexistencia de España, donde reclama un diálogo cultural para hallar una solución política, más allá de la defensa de la Constitución

La cultura. El diálogo cultural, porque sin saber de dónde venimos, es imposible establecer unas nuevas bases para el pacto político. Es la apuesta de Juan Pedro Quiñonero, periodista y escritor, corresponsal en París de ABC, que acaba de publicar, de nuevo, una obra de referencia De la inexistencia de España, en ED Libros. Su idea, después de sumergirnos en las batallas entre escritores, en los mitos sobre España, en las peleas culturales entre los grandes escritores a lo largo de la historia, es que la defensa de la Constitución es necesaria, pero hace falta mucho más para lograr un nuevo pacto político, a la luz del conflicto en Cataluña: “España no aguantará sin un diálogo cultural de fondo”, asegura.

“La Constitución de 1978 es una ‘herramienta’ que no existió durante siglos. La experiencia sugiere de diez siglos de historia cultural que intento reconstruir en mi libro sugiere que no habrá solución política ni institucional sin diálogo cultural de fondo, es decir, que España no aguantará sin ese diálogo cultural”, afirma en una entrevista con Economía Digital.

La batalla entre Quevedo y Gracián se reproduce ahora, es el poso cultural de España

Una de las consideraciones de fondo, precisamente, lleva a interrogarse sobre si la crisis en Cataluña explica o no que España sigue sin tener una argamasa suficientemente fuerte como país. Quiñonero no duda en responder utilizando esa batalla histórica en el campo cultura, que desgrana en el libro. “España, el Estado español, ha tenido muchas formas institucionales, pero nunca ha conseguido articular una forma que satisfaga plenamente a todos los vascos y todos los catalanes”.

Y recuerda cómo el actual debate, sobre el conflicto catalán, que obliga a una respuesta legal, pero también política, es similar al de otros momentos históricos: “El conflicto en curso es un conflicto cultural que tiene siglos de historia. El primer y más claro antecedente es la crisis de 1640. Antes, durante y después de la ‘solución’ militar de aquella crisis, se trataba de un conflicto cultural, que Baltasar Gracián y Quevedo encarnan de manera canónica. Quevedo escribió un planfleto racista contra los catalanes, defendiendo una intervención militar de ‘castigo’. Gracián, por el contrario, era partidario de una solución pacífica e institucional. Tras su estancia en la Corte madrileña, Gracián llegó a escribir “Madrid, Babilonia de naciones no bien alojadas”.

Ese diálogo, esas diferencias de fondo, se reproducen, según Quiñonero, entre Quevedo y Gracián, con Lope de Vega más próximo a Quevedo. “Algunas páginas del Quijote confirman que la visión cultural de Cervantes estaba más próxima a Gracián. “Esa crisis y conflicto forma parte esencial de la historia cultural, que es el tema central de mi libro”, señala el autor de De la inexistencia de España.

Ahora el conflicto catalán podría encontrar una solución con una reforma de la Constitución. Con el proyecto político de José María Aznar, se importó en España la idea de Habermas, sobre el patriotismo constitucional, como un acuerdo político basado en valores, derechos y libertades, que pudiera superar el debate identitario. Quiñonero, preguntado sobre esa posibilidad, se muestra esquivo. Cree que no puede ser la única respuesta. Habla de la necesidad de recuperar “la arquitectura espiritual de España”, como lo había definido y defendido el poeta Juan Ramón Jiménez.

«Es necesario recuperar una nueva arquitectura espiritual de España»

“En mi libro cuento cómo ese concepto de arquitectura espiritual sigue siendo la matriz cultural indispensable para cualquier proyecto de solución política e institucional del más grave de los problemas de España desde hace siglos. El ‘patriotismo constitucional’ está muy bien, pero olvida algo esencial, la capital: la cultura, los pueblos, las sociedades, son realidades culturales, con una lengua, una literatura, un arte propios. Las constituciones pasan, los pueblos quedan”, señala Quiñonero.

Pudiera pensarse que, tras 40 años desde la transición, los problemas de fondo se mantienen, y que la voluntad de una parte importante de catalanes de ser reconocidos como nación no ha logrado un acomodo en la España nacida con la Constitución de 1978. Quiñonero aborda el reto: “Estos años comenzaron con un trabajo cultural decisivo, la Constitución de 1978. La más importante de la historia de España, sin duda. Los constitucionalistas de la más diversa sensibilidad, de Javier Pérez Royo a Francesc de Carreras o Xavier Arbós, por citarlos solo a ellos, han desmenuzado de manera muy precisa qué, cómo y cuándo puede o no puede modificarse en la Constitución, también Rubio Llorente defendió posibles reformas y presidió la redacción de un informe del Consejo de Estado en 2006 que puede servir de guía”.

«Las Constituciones pasan, pero los pueblos quedan»

Pero queda, de nuevo, la cuestión cultural, la que explica esas diferencias, la que actúa de motor, a juicio de Quiñonero. En ese terreno, ¿tiene España un problema de base cultural, que no abraza sus diferencias internas? “El diálogo político, a palo seco, siempre corre el riesgo de terminar en el duelo a garrotazos, matriz política y cultural de la peor de las Españas posibles. Gracián, Juan Ramón Jiménez, entre muchos otros, hasta Dionisio Ridruejo y Carles Riba, comenzaron por proponer un diálogo cultural de fondo, paralelo al diálogo social, político e institucional. Cuando comenzó a pensarse el futuro de una España sin Franco, el diálogo más profundo fue de naturaleza cultural, el diálogo entre Ridruejo y Riba, en la periferia del contubernio de Múnich, historiado por Jordi Amat. Y lo que defiendo, desde mi libro, es que no habrá solución política ni institucional sin diálogo cultural de fondo”.

Precisamente, Jordi Amat escribe, en el prólogo de De la inexistencia de España, que se debería, como apunta Quiñonero, impulsarse una “repoblación espiritual”. Y señala: “Para Quiñonero la única resistencia posible es recordar una y otra vez de dónde venimos y así reconciliarnos con ese pasado olvidado y con nosotros mismos. Lo sintió en Josep Pla. Lo siguen pensando como la forma más alta de compromiso. Necesitamos una nueva mitología, reconstruir la casa espiritual abandonada”.

Todo eso es De la inexistencia de España, una obra clave de Juan Pedro Quiñonero.

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