Quién tuviera un SNP a mano

«Nunca, ni en mis sueños más salvajes, esperaba obtener 56 de los 59 escaños», tuiteó Nicola Sturgeson, la líder del SNP que sustituyó al dimitido Alex Salmond en noviembre de 2014 después del fracaso en el referéndum independentista. En las elecciones del pasado jueves en Gran Bretaña, el único pronóstico que se hizo realidad fue, precisamente, la victoria incontestable del SNP. En todo lo demás las encuestas preelectorales se han equivocado.

La envidia es roñosa. El SNP se ha convertido de verdad en el partido nacional escocés. Digo lo de la envidia porque ya me gustaría a mí que en Cataluña pasase algo semejante. Esa ene de sus siglas significa nacional y no nacionalista, como a menudo se traduce erróneamente, y eso es de suma importancia para entender su éxito justo pocos meses después de su gran derrota en el referéndum. El SNP representa como ningún otro partido los intereses de la mayoría de los escoceses y lo sabe rentabilizar.

Hace años dirigí la tesis de la profesora Paola Lo Cascio sobre los 23 años de gobierno Pujol, que después se convirtió en el libro Nacionalisme i autogovern. Catalunya 1980-2003 (Afers, 2008). En él se destacaba que el declive de CiU empezó cuando dejó de ser un partido nacional para convertirse en un partido nacionalista. El punto de inflexión fue la cesión del 15% del IRPF a la Generalitat, que desgastó mucho al gobierno CiU a la vez que reforzaba los planteamientos de los socialistas, quienes habían sido los padres reales de dicha propuesta. Sea esto o sean otras cosas, como por ejemplo la imagen que proyectó CiU ante el trasvase del Ebro, lo cierto es que CiU perdió fuelle y sólo se recuperó cuando CDC entendió que debía volver a ese espíritu. La Casa Gran del Catalanisme –y perdonen lo que inevitablemente es autorreferencial– tenía ese sentido y ningún otro.

En el referéndum escocés de septiembre pasado, cuya participación alcanzó el 84,6%, el sí obtuvo 1.617.989 votos, o sea el 44,7%. El no les superó y obtuvo el 55,3% con 2.001.926 votos. Además, el sí solo se hizo con la victoria en cuatro circunscripciones de las 32 existentes: Dundee, Glasgow, North Lanarkshire y West Dunbartonshire. A pesar de esa derrota del sí, en este caso anunciada correctamente por las encuestas, tengamos en cuenta que lo fue por un margen mucho menor que el que arrojaron finalmente las urnas. Además, unas 60.000 personas se afiliaron al SNP a la mañana siguiente del batacazo, casi cuadruplicando su militancia, que ahora suma 82.000 miembros, superando incluso a los liberal-demócratas, para convertirse en el tercer partido más grande del Reino Unido.

Aún no conocemos los resultados definitivos de estas últimas elecciones, pero cuando los conozcamos deberíamos cotejarlos con estos que les acabo de reseñar. Sólo así despejaremos la incógnita sobre qué y a quién representa el SNP. Lo importante va a ser qué participación ha habido en Escocia, cuantos votos suman en su conjunto los 56 diputados –o los que acaben siendo realmente–, y de dónde son cada uno de ellos. El SNP va camino de convertirse, si es que ya no lo es, en unos de esos catch-all party que han dirigido las independencias de sus respectivos países.

El referéndum ya demostró que algo estaba pasando en Escocia. En primer lugar porque el sí ganó en Glasgow, feudo tradicional de los laboristas, y en cambió perdió en zonas donde tradicionalmente ganaba el SNP. Escocia sigue siendo un país tan plural como lo es Cataluña, pero su sistema electoral, idéntico al inglés, favorece esas mayorías incontestables. Lo que sólo hace unos meses provocó la decisión de Alex Salmond de abandonar su puesto de primer ministro y dejar paso a la Sra. Sturgeon, hoy se ve de otra manera. A lo mejor es que la política británica es más compleja que esos comentarios ideológicos que escriben los corresponsales de la prensa española.  

Algunos expertos intentan minimizar la victoria del SNP resaltando que ante la práctica mayoría absoluta de los conservadores su influencia será mínima. Sin embargo, el SNP se ha convertido en la tercera fuerza política de Westminster con el ánimo de seguir siendo el partido nacional escocés. En todos los debates, incluyendo el de la permanencia o no de la Gran Bretaña en la UE, la cuestión de Escocia estará presente. El SNP no es ningún partido bisagra. Y lo mejor de todo es que el líder de esa minoría escocesa en Londres va a ser Alex Salmon, elegido diputado por la circunscripción de Gordon al arrebatarle el escaño a los liberal-demócratas. Nunca den por muerto a ningún político de raza como él. Nunca den por liquidado lo que sigue vivo en el corazón y en las convicciones del pueblo.