Quién teme los indultos

Si el Gobierno quiere indultar, adelante. Que explique sus beneficios y sus riesgos para el conjunto de los españoles y sus instituciones. Y, si puede ser, que lo explique en un referéndum nacional vinculante.

Podemos reírnos del patinazo de la ‘España 2050’ pero todavía hay que quitarse el sombrero ante este Gobierno: de la noche a la mañana, ha conseguido que los indultos pasen de ser un anatema a tener que darse por descontado y, los contrarios a su concesión, tener que justificar por qué se oponen a una medida que clama al cielo. Ayer, Sánchez prometía que “en el Estado de Derecho las penas se cumplen íntegramente” y, hoy, quienes defienden esta postura deben explicar por qué son tan revanchistas y vengativos.

En este sentido, la sociedad española, menos el porcentaje de privilegiados que comprenden íntimamente la trascendencia telúrica de sus decisiones, no ha gozado de una exposición pública de este Gobierno que, más allá de chantajes emocionales y políticos, explique por qué es conveniente para el conjunto del proyecto nacional indultar a los políticos independentistas.

Sí tenemos, en cambio, una orquestación de voces que, desde políticos a medios de comunicación, llevan 24 horas haciéndonos sentir mal a quienes, no ya que rechacemos los indultos, sino que simplemente albergamos dudas sobre su efectividad, moralidad y conveniencia.

Aunque no se nos haya explicado, los ‘demócratas’ debemos entender que hay un acuerdo secreto y desinteresado entre el Gobierno y ERC para indultar y repatriar limpiamente, sin contraprestaciones ni promesas, a cambio de que, más allá de la flama, vayamos arrinconando la unilateralidad y la secesión hacia un modelo de confederalismo virtuoso y foral. 

La opinión publicada barcelonesa resume la necesidad de indultar en que:

  • 1) La judicialización de la política es un lastre para la convivencia.
  • 2) Todavía está el tema del 45% de independentistas que no han obtenido satisfacción desde la moción de censura a Rajoy.
  • 3) El PP debe callar y sumarse al proyecto o quedarse en la foto de Colón.
  • 4) Quienes se oponen no saben lo que es el perdón.

Solo Dios perdona sin mediar arrepentimiento, se podría decir, pero dejando de lado el argumento del chantaje emocional (4) y político (3),  el mayor problema de esta argumentación es que obvia que lo que pasó en octubre de 2017 fue un misil en la línea de flotación no al Gobierno del PP, si no al Estado, tanto a la monarquía (el Rey todavía está pagando por su discurso), como a la Justicia, que mandaba apercibimientos y requerimientos como quien iba a por pan.

Parece una idea genial que, para dar gusto a los dos millones de independentistas, aceptemos ahora sus tesis con la concesión del indulto: “Teníais razón; la ley y la justicia no pueden imponerse a la voluntad y la política: en 2017 no supimos verlo; pero ahora sí”. Y luego, con una judicatura instrumentalizada y subordinada, a esperar el próximo movimiento del independentismo.

La Assemblea Nacional Catalana (ANC) convoca una concentración en la plaza Sant Jaume de Barcelona. EFE

Porque Sánchez sabe, ¿verdad?, que, más allá de que le permita terminar la legislatura, el independentismo tiene una meta muy clara; aumentar su base social impulsando su hegemonía identitaria ante la incomparecencia del rival. Porque en el documento de la España 2050 hemos leído algo de que hay que mirar el largo plazo porque el corto plazo nos viene de cuando éramos monos y se nos comían los felinos (página 27).

En definitiva: si el Gobierno quiere indultar, adelante. Que explique sus beneficios y sus riesgos para el conjunto de los españoles y para las instituciones del Estado; que explique al descubierto su plan para con Cataluña y cómo se imagina las fronteras españolas en 2050.

Y, si puede ser, que todo esto lo explique en una campaña electoral, o en un referéndum nacional vinculante, donde los indultos formen parte de la explicación de una estrategia de salida para el conflicto territorial con Cataluña sin secretos ni intuiciones, donde la soberanía nacional pueda expresar si los españoles sabemos o no sabemos perdonar.

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