¿Quién se queda con los hijos del PSC?

“Tú te quedas los libros y yo me quedo los discos”. Así se hicieron las separaciones y divorcios en eras permisivas, cuando había algo por repartir. Lo culminante era quien se quedaba con la custodia de los hijos. La adjudicación de los hijos por fines de semana ha hecho pasar muchos domingos en el zoológico o comiendo palomitas en un cine. Para el PSC-PSOE existía un reparto previo: tú pones los votos del PSOE que yo pongo las élites del catalanismo. ¿Quién se queda con la custodia de los hijos del PSC tras este episodio de confrontación interna? Después de un motín, repartirse libros y discos es muy difícil. Cada bando lo quiere todo. En esta circunstancia, los descontentos del PSC –ni media docena y un puñado de militantes– se llevarán algunos libros pero el mueble-biblioteca es del PSOE.

Con el sistema de listas cerradas, hablar de compromiso con los electores es una inercia retórica porque no se sabe de ciudadano alguno que conozca a su diputado. La operación PSC-PSOE fue provechosa en las elecciones generales y municipales, pero generó mucha abstención en las autonómicas. Se abstenía no poco voto propio del PSOE, con lo que pudo propiciar la permanencia del pujolismo en el poder.

No era motivo de satisfacción en el PSC. Fue quemando diversos candidatos a la Generalitat y solo logró el poder –pero no la mayoría en votos– con Pasqual Maragall y los tripartitos de los que ahora nadie quiere acordarse. Mientras tanto, el PSOE se sentía incómodo con los desplantes y reservas del PSC, pero perduraba el statu quo y el PSC tuvo su cuota en los gobiernos de Felipe González y Rodríguez Zapatero. Hubo regañinas pero la sangre no llegaba al río.

La situación comenzó a cambiar con Maragall y con el proyecto de nuevo “Estatut” alentado por Zapatero. La élite catalanista del PSC-PSOE aceptó los vínculos de una transversalidad –un invento propio del barojiano Paradox– que convertía el catalanismo inicial en nacionalismo, luego en soberanismo y finalmente en simpatía secesionista. Las leyendas de la nación catalana se sobreponían al método socialdemócrata en una sociedad plural.

Ya antes de oírse sentencia sobre la custodia de los hijos del PSC, el partido de Alberto Rivera se ha quedado unos cuantos. Pere Navarro ha jugado fuerte porque lo han hecho necesario quienes incumplían el pacto fundacional PSC-PSOE, cuya razón de ser no era el soberanismo sino una socialdemocracia catalanista. Ahora, con contribuciones del microcosmos de opinión secesionista, parecerá que quien incumple es Navarro –elegido con el 83 por ciento de los votos– y el PSOE, es decir Madrid, cuando es más bien al revés.

Del hilo de unas elecciones anticipadas penden especialmente tanto CiU –desvalijada de votos por ERC– y el PSC-PSOE, maltrecho por los ecos del transfuguismo y por el poco gas de un PSOE ya enroscado en las primarias de noviembre. Sin mucho margen temporal, el PSC-PSOE todavía podría desmarcarse del soberanismo y ofrecer una alternativa socialdemócrata para Catalunya. La custodia de los hijos es cosa seria.