El 22 de marzo del 2007, hace ya algo más de cuatro años, ciento treinta y seis instituciones catalanas, entre ellas las más representativas del tejido social de nuestro país, la flor y nata de nuestra “sociedad civil”, se dieron cita en el IESE, la prestigiosa escuela de negocios, para defender el futuro del aeropuerto de El Prat.
Al acto académico acudieron desde el Orfeó Català al Club de Polo, desde la Confederación Catalana de la Madera hasta el Centro Excursionista de Catalunya o el RACC, como explicaron con deleite las crónicas de entonces. En las primeras filas, lo más granado de nuestras fuerzas vivas: los primeras espadas de la Cámara de Comercio, de las patronales con Joan Rosell de Fomento al frente, el Círculo de Economía, los nombres en definitiva que conformaban, y conforman aún, la Champions League del empresariado catalán, como los Puig, Pujol, Sumarroca, Gaspart, Lara…
Casi podría decirse que sí, que estaban todos los que eran, y aún son. No faltó casi nadie, pues ya se sabe que en este pequeño país la discrepancia es signo de muy mala, malísima, educación y no conviene señalarse. De hecho, cuesta recordar algún acto masivo en los últimos tiempos en los que como quien dice no estuvieran todos, unidos y bien unidos, aunque sea algo tan complicado como valorar una sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut de Catalunya.
De aquel acto magnífico salieron todos ellos reconfortados y más unidos si cabe ante el nuevo agravio que añadían a la lista, ante una actualización del Memorial de Greuges que este país arrastra como una parte central de su ADN. Iberia, qué se podía esperar con ese nombre, había decidido reforzar su hub en Barajas y aunque en un año más se inauguraría una nueva y ambiciosa terminal en El Prat, la decisión empresarial de la aerolínea española se consideró un nuevo ultraje centralista.
De aquel acto se extraerían algunas consecuencias y se volvieron a convocar algunas comisiones, que ya casi no nos acordábamos que existían y que a día tampoco estoy seguro de que lo sigan haciendo, como un G-4 entre Foment, la Cámara, el RACC y el Círculo de Economía. Y, sobretodo, en unos meses se tomaría el acuerdo de comprar Spanair a los suecos de SAS y relanzarla como compañía de bandera catalana.
Hoy, algo más de cuatro años después, el gobierno del Estado ha decidido poner en marcha un proceso de privatización, parcial eso sí, de los dos principales aeropuertos españoles: Barajas y El Prat. Pues bien, sólo una compañía con sede en Catalunya ha decidido optar a la adjudicación de la gestión de ese estratégico activo, la concesionaria Abertis, que va en alianza con la aseguradora francesa Axa y Borealis, un fondo canadiense de inversión en infraestructuras.
Nadie más. Ninguno de los muchos prohombres y acaudalados empresarios catalanes que llenaban el reivindicativo auditorio del IESE ha considerado de interés tener un cierto protagonismo en el importantísimo aeropuerto de El Prat. Todavía más, ni siquiera la única compañía de este país, Abertis, cuyo principal accionista es La Caixa, y que es ya un importante operador mundial de infraestructuras aeroportuarias (gestiona instalaciones en Estados Unidos, el Reino Unido, Suecia, América del Sur…) ha creído necesario participar en el aeropuerto de Barajas.
Es curioso este país. Ambiciona las más altas cotas de protagonismo, pero juega sólo a la apuesta mínima. Las posibilidades de acertar en estas condiciones son escasas. Unidos ante los supuestos agravios y pasivos ante las soluciones, vamos de frustración colectiva en frustración colectiva, porque así queremos que sea, mientras cada uno se las apaña como puede.
Salvador Alemany, presidente de Abertis, y que algunos meses más tarde sustituiría a Lara al frente del Círculo de Economía, estaba por supuesto en aquel acto. Hoy, Alemany, preside la CAREC, la comisión que Mas se sacó de la manga para que le asesoraran en cuestiones económicas y empresariales y de la que, por cierto, tampoco se ha vuelto a saber mucho. Pero Alemany no parece considerar estratégico que la compañía con sede en Catalunya intente tener voz y voto en el principal aeropuerto español, donde operan prácticamente todas las aerolíneas mundiales. Y así estamos en este nuevo 11 de septiembre. Feliz Diada.