¿Quién dice cuándo y cómo conciliar los horarios?
Empezamos el 2017 con un objetivo cumplido, o al menos, con voluntad por llevar a cabo uno de esos cambios sobre los que llevamos año debatiendo y que nunca se materializa. Estoy hablando de la propuesta de promover una jornada laboral hasta las 18 horas con el propósito de conciliar la vida profesional y la familiar, anunciada por la ministra de Empleo.
Es un paso importante, ya que hay algo en lo que la mayoría estamos de acuerdo: la cultura del presentismo es uno de los grandes problemas de nuestro mercado laboral. Nos ralentiza. Nos deja atrás. En España se acaba la jornada laboral tres horas después que en Alemania. Sin embargo, estar en la oficina no significa productividad. En otras palabras, trabajar más no significa trabajar mejor. Más bien, lo contrario. Los datos que publicó recientemente la OCDE muestran que en España se trabajan más horas que en países del norte de Europa, con mayor productividad. Para ser exactos, una productividad de 32,1 euros por hora trabajada para el caso de España en 2013 frente al 45,5 de Suecia o el 42, 8 de Alemania, según otro informe de Eurostat.
La solución a este problema no es simplemente cambiar horarios. Y menos todavía implementar los nuevos horarios con rigidez extrema. Porque no todas los trabajadores y no todos los sectores funcionan de la misma forma. Por ejemplo, pongamos el caso de los autónomos, como un diseñador gráfico en calidad de freelance que trabaja a la hora que le da gana y de acuerdo a sus necesidades.
Lo que es bueno para unos no es necesariamente bueno para otros. La clave es la flexibilidad responsable. Imaginen poder entrar después de las nueve a la oficina o librar los viernes según le convenga y poder compensar ese tiempo o en la oficina o en casa. Todo lo que suponga flexibilidad horaria ayuda a mejorar resultados en las empresas. Pero da la casualidad de que España es uno de los países del mundo con un mercado de trabajo menos flexibles. Nuestro país ocupa el puesto 22 de 28 en la Unión Europea y el 126 a nivel mundial en libertad laboral. Y eso no lo cambiamos ni saliendo a las seis, ni a las tres de la tarde. Se trata de cambiar mentalidades.
No es únicamente responsabilidad del Gobierno; las empresas también tienen que tomar la iniciativa. ¿Por qué no se hace más hincapié, por ejemplo, en la inclusión del teletrabajo en aquellas profesiones que lo permitan? Fomentar la cultura de la eficiencia o instaurar programas relacionados con una mejor gestión del tiempo son también propuestas interesantes.
Otra opción es, por ejemplo, un cómputo mensual de jornada, lo que permite a los empleados una distribución de la jornada diaria de acuerdo a sus necesidades personales. Y en materia de liderazgo, implementar la dirección por objetivos puede impulsar una mejor conciliación, ya que por lo general los trabajadores se sienten más motivados, con menores niveles de estrés y mayor tiempo libre.
Cuando hay flexibilidad, los permisos retribuidos de maternidad o paternidad, los permisos de lactancia, por fallecimiento de familiar, matrimonio o pareja de hecho, cobran mayor importancia, ya que se engloban dentro de una cultura corporativa en la que el bienestar del trabajador es fundamental para la productividad de la empresa.
Cambiar mentalidades y dejar atrás viejos hábitos es más complicado incluso que cambiar el huso horario y ajustarlo al horario de la Europa occidental, el mismo que tienen en Reino Unido y Portugal, como muchos proponen como requisito fundamental para la conciliación. Si bien esto podría ser un catalizador para futuros avances, creo que ha quedado claro que no se trata sólo de cambiar las agujas del reloj.