¡Que venga un tecnócrata!
Con el nuevo informe del FMI que sitúa España en la bajada a los infiernos, con decrecimientos del PIB de más del 3% y una prima de riesgo por encima de 700 puntos, y el descenso de la deuda a bono basura, el Gobierno español ha puesto la directa al focalizar como culpable de todos los males la carencia de homogeneización lingüística y cultural y al movimiento por el Estado propio puesto en marcha en Cataluña.
El problema económico español no tiene nada que ver con el fracaso escolar generalizado en la península y la sucesión de reformas y contrarreformas sin norte; y desde hace un tiempo de recortes uno detrás de otro.
El problema es que se enseña demasiado catalán y supuestamente se adoctrina independentistas. Mirando los informes evaluadores sobre competencias lingüísticas, resulta que Cataluña está en la posición media en dominio del castellano, mientras que Extremadura y Andalucía, monolingües, están en la cola.
No sé si la aculturación agresiva posterior a la colonización castellana y el traspaso del modelo económico del latifundismo a Al-Andalus, tiene nada a ver. Para Wert el problema no es, pues, los déficits estructurales de la enseñanza española. Está más obsesionado con hispanizar que con la formación de ciudadanos libres y creativos.
A Wert no le importa el derrumbe al que está condenando el sistema de I D, donde ahora mismo el CSIC está consumiendo en gastos de personal las partidas que tenía que compartir con empresas para investigación. A Wert, como buena parte de la casta dominante hispánica le importa la españolización de sus ciudadanos, uno de los lemas bajo los cuales se produjo el levantamiento fascista del 36.
Y llega Margallo y la vicepresidenta, que atribuyen a la manifestación del 11 de septiembre la caída en la valoración de la deuda española y la mala imagen internacional. No sé si es peor la imbecilidad que supone que se lo crean o la perversión de que lo afirmen, sabiendo que es mentira.
El independentismo en Cataluña es un efecto económico, no una causa, de la inviabilidad del Estado español basado en la economía del ‘pelotazo’, de los mercados cautivos públicos y del drenaje de las plantaciones de impuestos situadas en la Corona de Aragón y parcialmente en Europa. La jugada de estos altos burócratas de estado está a la altura de la rancia aristocracia castellana de la que son sucesores.
Ahora, si España se hunde será culpa del independentismo, no del derroche de los recursos de Plan Marshall que la Corona de Aragón ha destinado al resto del Estado en estos últimos 35 años en democracia.
No será por los sueños de grandeza de una clase política que ha construido un edificio del bienestar con pies de barro porque nunca se ha basado en el esfuerzo fiscal propio.
¿No les suena a discurso antisemita? Cuando en la Edad Media se producían las crisis de subsistencia y la peste, el chivo expiatorio eran los judíos. La aristocracia y la iglesia se lavaban las manos y el populacho lanzaba las iras contra el enemigo interior.
Así estamos, con un gobierno que es una delirante reencarnación de aquella rancia aristocracia, con el barco a la deriva. Que venga un tecnócrata, por favor, que no nos hable de identidades en riesgo!