Que nadie se preocupe: ¿Cataluña? Bien, gracias
«En el amor siempre hay algo de locura, mas en la locura siempre hay algo de razón». (Friedrich Nietzsche, 1844-1900, Filósofo alemán).
Nadie al que le interese la marcha de la sociedad española del siglo XXI es capaz de sustraerse a los interrogantes que genera la situación política catalana de estos tiempos. Basta con visitar cualquier ciudad española para ser asaeteado a preguntas de todo tipo sobre qué está sucediendo en Cataluña y qué posibilidades tiene de ser enderezada la situación.
Cataluña (en términos políticos y sociales) es objeto de preocupación. Y eso parece ser el mayor logro de Artur Mas y de su gobierno de propagandistas durante el tiempo en el que han ejercido el poder. La maquinaria institucional de publicidad ha hecho los deberes y en todos los lugares se conoce que un grupo de catalanes, incuantificable hasta el momento, plantean un órdago al Estado.
Dependiendo de quien lea esa máxima, los análisis, sin embargo, son diferentes. Que en esta región exista una reivindicación soberanista es objeto de burla para algunos, mientras otros sencillamente se muestran preocupados por el alcance que pueda tener la protesta. A nadie le gusta tener a manifestantes en su puerta.
Rajoy: «El tema catalán es mi principal preocupación política»
Incluso el incombustible Mariano Rajoy le dijo un día a un buen amigo común: «El tema catalán es mi principal preocupación política». Son cosas que no trascienden, pero que existen.
Pero, para tranquilizar a los preocupados, es bueno recordarles que dentro de unas semanas asistiremos a unas elecciones municipales en las que volverán a ponerse sobre el tapete cuestiones menos prosaicas que la independencia. En Barcelona, sin ir más lejos, está en el debate principal qué modelo de ciudad se está construyendo. En el conjunto del país, por ejemplo, seguimos dilucidando si su sanidad es también diferencial o si sólo lo es desde una perspectiva liberal.
Cataluña sigue trabajando como siempre. Algunos, como la lideresa de la ANC, para llegar «a la victoria final» de una independencia virtual. Otros, menos románticos, van al tajo para que funcionen sus comercios, para pagar sus nóminas o para dar un mínimo de confort a sus familias. Esa es la preocupación máxima de millones de catalanes que ni escuchan cada día las tertulias de RAC1 ni se informan de manera única a través de la radio y la televisión públicas de la Generalitat.
Hay otra Cataluña tranquila a la que le gustaría superar el estadio actual. Es posible que sea la mayoritaria, que entienda la necesidad de reequilibrar la solidaridad entre territorios, que esté a favor de superar la crisis económica desde una perspectiva social y a la que, incluso, los temas identitarios se la bufen. Con ser del Barça, muy habitualmente, resulta suficiente.
Así que nadie se preocupe, el amor a Cataluña de muchos independentistas, siguiendo la reflexión de Nietzsche, vuelve a la normalidad. Pero que tampoco nadie se equivoque, las cosas no pueden seguir igual. Ni en Madrid, por supuesto, pero tampoco en Barcelona.
Dicho de otra manera, amigos de España, todo bien, pero tomando nota.