¿Qué es un país moderno?
La definición de país moderno genera debates apasionados, vivos, viscerales y poco racionales. Cuando se trata de presumir, los líderes políticos, los presidentes de multinacionales y la brigada del aplauso aparecen con vaguedades y lugares comunes.
La historia responde a estas y otras cuestiones trascendentales. Un repaso a vuela pluma siglos a través debería hacernos ver que las sociedades más innovadoras se han desarrollado tras ganar la batalla del tiempo. Los países avanzados logran que sus ciudadanos dispongan de horas para reflexionar, crear, disfrutar y producir valor. En ese orden.
Cada paso dado hacia esa meta conlleva un éxito colectivo sin precedentes. Dos décadas después de que se cincelara la huella imborrable de Neil Armstrong en la Luna, el director de vuelo de la NASA, Chris Kraft, reveló que la agencia había querido un astronauta en particular. Un perfil. Uno muy concreto.
Armstrong apenas acumulaba diez horas de experiencia de vuelo espacial, pero no se tuvo en cuenta un expediente plagado de minutos orbitales, sino el aprovechamiento del entrenamiento. El primer hombre en la Luna había cultivado la pericia de los pilotos de prueba en trabajos anteriores y la valentía de los exploradores en el tiempo libre. La combinación le convirtió en leyenda.
La gestión del reloj es, por tanto, el reto oculto a envidar. En este sentido hay pocas iniciativas tangibles. Quizá por ello nos gusta conocer proyectos que avancen por este camino. Hemos escrito, en este diario, sobre la oportunidad de la nube (la información digital) como elemento dinamizador de las empresas y de mejora de la calidad de vida.
Existe un ejemplo práctico de cómo se puede lograr. Y debería cundir. La empresa de trabajo temporal Randstad ha desarrollado un sistema que permite despachar a distancia todos los documentos derivados de una relación laboral, que se rubrican con firma electrónica a través de la nube.
El resultado es que los 60.000 profesionales que lo usan acumulan 1,7 años de tiempo adicional que pueden dedicar a reflexionar, crear, disfrutar y producir valor. Hagan lo que hagan, serán minutos mejor empleados que en desplazarse para firmar formulario tras formulario. Y no me negarán que el papeleo sí es un síntoma de país decimonónico.