La frase es de Javier Moreno, director del diario El País, todavía la referencia de la prensa en España: “El futuro de todos los diarios está en la red. Aunque siga habiendo demanda, esta será insuficiente para sostener un proceso industrial como el de la prensa escrita”. Pues no, no es eso. Este es un aforismo, que como la prensa tradicional, está caduco cuando llega al kiosco. Es el presente lo que está ya en la red.
El periodista utilizó un símil para justificar el jueves en Huesca una realidad que es contundente: hace apenas unos años, la fotografía todavía se captaba con carretes. Kodak, Polaroid y otros grandes fabricantes han tenido que reconvertir sus negocios a velocidad de vértigo, digital, para sobrevivir en el mercado.
Nadie duda de que los periódicos siguen formando opinión y debate público en las democracias occidentales. Pero de las palabras de Moreno comparto una parte y discrepo de la otra. De acuerdo con que nadie, en ningún empresa periodística tradicional, está en condiciones de augurar o aventurar cuál es el futuro inmediato de la prensa tradicional, de los diarios de papel. Que agonizan, parece una obviedad. Pero cuándo será el entierro es otro debate. Sorprenden las palabras de Moreno por cuanto el consejero delegado de su empresa, Juan Luis Cebrián, aventuró hace unos meses incluso pronósticos sobre la desaparición de los diarios. Muestra obvia de que incluso en el seno de las mismas empresas las disparidades son abundantes.
En desacuerdo con la mayor: el futuro de los diarios está en la red. No, es el presente lo que ya está en la red y cuanto más tiempo tarden en advertir esa sutil matización más energías perderán y más espacio dejarán a los medios de comunicación nativos de internet para tomar posiciones que quizá serán ya irreversibles en muy poco tiempo. Veamos por ejemplo la pujanza de medios aborígenes como El Confidencial y Libertad Digital en España, o el tan cacareado Huffington Post, en Estados Unidos. Y eso refiriéndose únicamente a la prensa generalista, si el debate se lleva a la prensa especializada el panorama es aún más desolador para los viejos formatos.
El futuro de los diarios tradicionales está por escribir. Es el hoy lo que interesa. Los datos conocidos en el congreso son clarísimos. La penetración del periodismo digital no es ya un fenómeno incipiente. Los soportes y canales diversos (redes sociales, tabletas, móviles…) permiten avanzar hacia un nuevo paradigma periodístico. Falta por ver cuál será el modelo de negocio que amparará ese tsunami digital. Los diarios digitales frente a los diarios vegetales (como ocurrentemente alguien los ha bautizado) solo tienen un debate pendiente: el contenido, en sus múltiples expresiones (calidad, formatos, usuarios y canales de distribución).
El diario vegetal, como el libro, tiene una industria detrás con una cultura atávica que parece adaptarse con dificultad a los nuevos tiempos tecnológicos (basta con ver la reticencia de los sellos editoriales para migrar al formato digital). Y sobre todo comete un error de bulto: mezclar dos debates distintos, el del soporte y el del contenido.
El periodismo sigue siendo una disciplina vigente, interesante y necesaria para una sociedad moderna. La calidad de los contenidos es su gran reto. “El buen o mal periodismo se hace independientemente del formato”, predicó en su discurso Mónica García Prieto, la periodista ganadora este año del premio José Manuel Porquet. Y no fue la única que se refirió a ese debate durante el jueves y el viernes pasado en Huesca. “Está triunfando la especulación y el espectáculo sobre la información. Ese es uno de los grandes retos profesionales”, dijo un político, el mismísimo secretario de Organización del PSOE, Marcelino Iglesias.
Las tecnologías han abierto nuevos esquemas de participación e interacción periodística. Cuando los lectores intervienen en Internet para mostrar su opinión, crítica o complacencia con los periodistas tradicionales y sus trabajos están enriqueciendo el debate público. “Los ciudadanos que comparten sus conocimientos e inquietudes en la red han emergido del segundo plano. Las redacciones lo han asumido con desdén y lo han percibido como un desafío al establishment periodístico“, sentenció Moreno para justificar la sensibilidad refractaria con la que había recibido el periodismo tradicional la irrupción del periodismo ciudadano.
La decadencia de los diarios y de los medios tradicionales (casi siempre se olvida la radio y televisión clásicas) no es la crisis del periodismo, es el declive de sus empresas y de sus modelos de negocio. Los grupos periodísticos españoles son cada vez más débiles, más dependientes del poder político que concede licencias, subvenciones y publicidad. “Eso es un cáncer para el periodismo”, confesó Moreno.
Con tono sincero, en público acto de contrición, admitió la mayor. El periodismo sigue vivo, lo que agoniza dolorosamente son los grupos editoriales, españoles e internacionales, porque mientras retrataban los cambios y transformaciones de la sociedad en muchos ámbitos de la vida, una buena parte se dedicaban a la autocomplacencia, el ombligismo y la petulancia.