Qué caro sale que te gobiernen los walking dead

La Generalitat no trabaja para el país. El país trabaja para el Govern, sangrando y hasta desangrándose lo que sea preciso. El mundo y la política al revés.

Un avión despega del aeropuerto del Prat en Barcelona, envuelto por la polémica ampliación. EFE

Se comprende el colosal enfado de Foment del Treball con los 1.700 millones vistos y no vistos para la ampliación del Prat. Lo leí en estas mismas páginas, en Economía Digital, y no dejaba de llamarme la atención el gesto conturbado de Josep Sánchez Llibre. ¿En qué cabeza cabe, realmente, sentarse a negociar con el presidente del gobierno de la nación y levantarse de la mesa 1.700 millones de euros más pobre?

Al margen de que esos 1.700 millones puedan acabar siendo recuperables, o intercambiables por un “vale por unos presupuestos” (como los sanchindultos, como los avales del Institut Català de Fiances que no hay banco en el mundo que quiera garantizar, ni en las Islas Caimán…), queda en pie el hecho de que el actual equipo titular de la Generalitat no trabaja para el país. El país trabaja para el Govern, sangrando y hasta desangrándose lo que sea preciso. El mundo y la política al revés. 

Esto con Pujol… ¿No pasaba?

Esto con Jordi Pujol no pasaba, o por lo menos no lo parecía. El megaconseguidor de CiU nunca vendió la piel del oso antes de matarlo ni la tercera pista de nada antes de cobrarla. Menudo era. Llegó a tener tal habilidad poniendo en valor lo que conseguía (y quitando hierro a lo que no), que al final bastaba con que él reclamara algo, lo que fuera, para que en tropel fuesen a pedirlo todos los demás.

Da lo mismo que él estuviera pidiendo los puertos y algunos de los otros no tuvieran ni mar. Como cielo sí que más o menos tienen todos, ¿cabe en la cabeza de alguien que un solo presidente o presidenta autonómica en España se dejara perder una inversión así? ¿Se imaginan lo que rajaría por ejemplo Ayuso, si le pasa esto? 

Definitivamente el procés, que imita al castrismo cubano hasta en la bandera, está entrando en el mismo “período especial” en el que entró Cuba a partir de 1991, cuando perdió a su mayor patrocinador, la Unión Soviética. Entonces se vio lo que la revolución daba de sí: de todo, menos de comer. Que en los países normales se supone que es la primera y más básica obligación de cualquier gobernante. Cuando un régimen, por fascinante y utópico que parezca, no es viable económicamente, bueno, pues más pronto que tarde tenemos un problema. Todos y cada uno. No sólo los que les han votado. 

Los últimos estertores del procés

Decía que con Jordi Pujol estas cosas no pasaban (o no lo parecía…), pero lo cierto es que de aquellos polvos vienen estos lodos. Cuando se antepone el independentismo al autogobierno, la república que no existe a la sufrida autonomía que sí, es porque se lleva demasiado tiempo calentando la cabeza al personal. Llenándosela de humo. Basta entonces una leve (o no tan leve) degradación de la clase política al mando del invento, basta un pequeño empujoncito hacia la mediocridad, para que, degenerando, degenerando, acabemos todos con una mano delante y otra detrás. 

Cuánto más pecho saca el independentismo, más de tripas corazón tiene que hacer toda Cataluña. Es una pescadilla, qué digo, una piraña, que se muerde la cola: arruinan el país, entonces, para mantenerlo en marcha tienen que subvencionarlo cada vez más, para subvencionarlo cada vez más (por supuesto con estrictos criterios partidistas y clientelares…) tienen que subir todavía más los impuestos, gestionar peor, administrar fatal. Muy caro estamos pagando el procés después del procés, la vida de ultratumba del independentismo, la fase walking dead de una entera generación política perdida. O dos. Pero que nos las cobran como si tuvieran sangre en las venas, ideas en la cabeza y entrega en el corazón. 

¿Hasta cuándo? 

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